Jesús dijo a sus discípulos que, acerca de su regreso en gloria y majestad para reinar en el mundo, “nadie puede decir ni el día ni la hora, ni los ángeles del cielo ni el Hijo, sino solo el Padre” (Mt 24,36). Pero sí podemos afirmar en qué año y mes sucederá, dado que el mismo Jesús ofreció a sus discípulos las claves para saberlo.
En el mismo discurso escatológico, en el Monte de los Olivos, Cristo les indicó dos signos muy claros: “De la higuera aprended la parábola: cuando ya su rama está tierna y brotan las hojas, sabéis que el verano está cerca. Así también vosotros, cuando veáis todas estas cosas, conoced que está cerca, a las puertas”. Y les añade: “En verdad os digo que no pasará esta generación hasta que todo esto acontezca” (Mt, 24, 32-34).
El dato de la higuera, normalmente es considerado como una metáfora de alertamiento para permanecer en vela, y de hecho lo es. Pero, teniendo en cuenta que en la hermenéutica siempre debe prevalecer el sentido literal sobre el simbólico, y sabiendo que a lo largo del Antiguo Testamento los profetras se referían a Israel como la higuera, Cristo les está diciendo que el renacimiento de Israel sería el signo principal que anticipa su Parusía.
Ese reverdecer, sucedió el 14 de mayo de 1948 cuando, después de casi veinte siglos de diáspora, Dios volvió a congregar a su pueblo en la tierra prometida, Palestina, antiguo Canán. En esa fecha se cumplieron más de sesenta profecías del Antiguo Testamento, entre ellas la de Ezequiel: “He aquí que volveré a congregar a mi pueblo Israel de las naciones a donde lo dispersé, y lo volveré a reunir y traer a su tierra” (Ez 37, 21).
El 14 de mayo de 1948 se cumplió también lo predicho por Isaías, en el sentido de que una nación nacería en un solo día: “¿Quién oyó cosa semejante? ¿quién vio tal cosa? Pues en un solo día súbitamente nacerá una nación. Antes de que se produzcan los dolores de parto” (Is 66,8). No es normal que una nación nazca en un solo día, siempre se lleva una larga historia hasta que es constituida como tal.
Después, Jesús añade el segundo elemento: “No pasará esta generación hasta que todo esto acontezca”. ¿A qué generación se refiere? Evidentemente no a la generación de los discípulos, pues ellos murieron al poco tiempo y el retorno de Cristo no sucedió. Jesús se refería justamente a la generación en que renacería la higuera, en 1948. Es decir, Jesús se refería a nuestra generación actual.
Así coincidirían, para dar un revés a los planes del anticristo (gobierno mundial propuesto en la Agenda 2030) para demostrar el poder divino en todo su esplendor. Lo cierto es que las Escrituras nos dicen que, previo al Retorno de Cristo, habrá un periodo de siete años, la Gran Tribulación, que coincide con el gobierno mundial del anticristo: 7 "shabuas" (semanas, en hebreo) (Dn 9, 27); 84 meses (Apoc 11, 2; 13, 5). Por lo que hoy vivimos, el conflicto bélico en el que están involucrados Rusia e Israel, podemos situar el inicio de los 7 años de la Gran Tribulación en el 2024, siete años antes del 2031, año en que sucedería la Parusía.
Queda por dilucidar en qué mes acontecerá.
Para ello, es preciso resaltar que de las siete fiestas judías establecidas por Moisés, cuatro de ellas, las cuatro que se celebran en la primavera, ya han sido sublimadas por Jesucristo: 13 de Nisán (abril) (Pesach), que fue sublimada con la Pascua de Jesús en la Última Cena; 14 de Nisán, panes ácimos (Matzot), que fue sublimada por Jesús con su sepultura el Viernes Santo; 15 de Nisán, los primeros frutos (Bikkurim) que fue sublimada por Cristo el Domingo de su Resurrección; y la fiesta de la cosecha (Shavuot), cincuenta días después de Bikkurim, que fue sublimada con la venida del Espiritu Santo, Pentecostés.
Faltan por sublimar y darle su pleno sentido salvífico las tres fiestas celebradas en el otoño: 1 de Tishri (octubre), fiesta de las trompetas (Rosh Hashana), que será sublimada con el Rapto de la Iglesia; 10 de Tishri, (octubre) fiesta de la expiación (Yom Kippur) que será sublimada con el Gran Día de la Ira del Señor (segunda mitad de la Gran Tribulación); y 15-22 de Tishri (octubre), fiesta de los Tabernáculos (Sukkot), que será sublimada precisamente con la Parusía.
Es por todo ello que, si bien nadie puede decir ni el día ni la hora, Cristo nos reveló claramente en qué mes y año volverá.
Adicionalmente, Jesús reafirma a los discípulos en qué momento histórico acontecerá: al final de la Gran Tribulación. Dice el Evangelio “después de la tribulación de aquellos días verán al Hijo del hombre viniendo sobre las nubes del cielo con gran poder y gloria” (Mt 24, 29-30).
Y es San Juan quien nos revela en qué lugar sucederá: en el Valle de Armaguedón, al norte de Israel (Ap 16, 14-16) cuando Jesucristo descienda para derrotar al anticristo con el soplo de su aliento y defender a Israel de la destrucción que el falso mesías pretenderá infligir a Israel.
Por lo tanto, si hacia el 2031 ocurrirá el retorno glorioso de Cristo, en el 2024 estaría comenzando la Gran Tribulación, y muy pronto el anticristo se manifestará publicamente, tratarando de remedar la llegada del verdadero Mesías siete años antes de que ésta realmente acontezca.
El triunfo del Rey está a la puerta. Ha llegado el momento de arrebatar el premio que Él ya ganó con los méritos de su pasión y muerte. Nos ha tocado vivir en los Nuevos Tiempos de su retorno, en la Primavera de la Iglesia, en la Nueva Evangelización que nace de la renovada efusión del Espíritu Santo. Seremos testigos de su retorno glorioso, cuando “se le dará el poder, la gloria y el reino, y todos los pueblos, lenguas y naciones le servirán” (Dn 7, 14). Es preciso proclamarlo con pasión, gozo y certeza iluminadora. Alegrémonos en medio de todo lo que está sucediendo, pues Jesús se apresta a instaurar su reino de paz, de santidad, justicia y amor verdaderos. Así nos lo aconsejó Jesús: "cuando estas cosas comiencen a suceder alegraos, pues se acerca vuestra liberación" (Lc 21, 28). La mejor preparación, la única, es la espiritual, viviendo día a día en el Espíritu Santo con la confianza puesta en el Señor.