Bien hacen los propagadores de la ideología de género en afirmar que ésta no existe. Tienen toda la razón, ya que no hay, como tal, una sistematización de dicha ideología. Esa corriente de pensamiento está compuesta, más bien, de una amalgama de filosofías y de intereses de poder.
El rompecabezas se integra por tendencias tan dispares como el iluminismo, el post modernismo, el psicologismo freudiano, el evolucionismo de Tylor, Morgan y Darwin (con todas las derivaciones de esa teoría: el progreso indefinido, el naturalismo anticreacionista, la selección natural...), el existencialismo de Sartre, los exponentes de la Escuela de Frankfurt (Adorno, Habermas, From, Heilderberg), pero sobre todo Jacques Derrida –padre del deconstruccionismo-, Antonio Gramsci –padre del marxismo cultural- y Friedrich Nietzche –padre del nihilismo-.
La ideología de género es pujante pues está impulsada por los grandes organismos supranacionales, el Banco Mundial, la ONU con todas sus agencias especializadas, el Fondo Monetario Internacional, la OMS; por organizaciones mundialistas poderosas como el Club Bilderberg, la Comisión Trilateral, el Council on Foreign Relations, el Club de Roma, Skull and Bones, el Grupo de los 300, Green Peace; está patrocinada por el poderoso lobby de control poblacional antinatalista y ecologista, y por financieros prominentes como George Soros (Open Society Foundations), Rockefeller (Rockefeller Foundation), Jay Coleman (Deutsche Bank), Ted Turner (Turner Foundation), Jeffrey Siminoff (Morgan Stanley), Bill Gates (Gates Foundation), entre otros, además de un sinfín de importantes transnacionales.
La implantación de la ideología de género no es el fin, sino el medio para facilitar el objetivo último que es operar una "reingeniería social" que pueda dar paso al "nuevo orden mundial", un orden centralizado, socialista y ateo.
La "nueva ética" debe ser universal, relativista, inmanente y neo-pagana. Para ello es necesario lograr una sociedad homogeneizada y desarraigada de credos, principios y valores. Eso se alcanza diluyendo las conciencias y estandarizándolas bajo un pensamiento único materialista. Por ello, las bases del "nuevo orden", ideado a finales del Siglo XIX, son ideológicamente subversivos. El nuevo orden debe ser ateo y anticristiano, más aún, específicamente anticatólico.
Ese objetivo lo inspiró a la poderosa orden de los Illuminati. Escribe el masón John Robinson citando al propio fundador de la orden, Adam Weishaupt: "La meta específica de la Orden de los Iluminados es la de abolir el cristianismo y derrocar los gobiernos civiles".
Friedrich Nietzche había sentenciado "Dios ha muerto". Y si Dios ha muerto, también ha muerto la naturaleza creada por Él. No hay nada fuera de nosotros que sea objetivo, por lo cual todo está conformado por la voluntad de cada uno. Ya no es siquiera el voluntarismo de vivir de Schopenhauer, sino la voluntad de poder, de auto afirmarse, de prevalecer. Nada me determina, ni Dios –que no existe-, ni la naturaleza, que es evolutiva, yo decido quién soy y nada ni nadie puede decir lo que soy.
Simone de Beauvoir sentenció: "una mujer no nace, se hace", de donde el rol de la mujer como madre y esposa (y su misma naturaleza) no serían más que una construcción social. Y si la mujer se hace, el hombre también se hace a sí mismo. Es el marxismo llevado a un proceso de deconstrucción sexual: no existen sexos biológicos sino solo roles atribuidos por la sociedad, por lo cual es preciso hacer guerra contra la familia.
De Antonio Gramsci, filósofo fundador del partido comunista italiano, tomaron la idea de que la revolución marxista planetaria nunca se realizará mientras no se produzca un proceso dialéctico en la cultura, principal elemento a "deconstruir" y sustituir, al mismo tiempo que se le utiliza.
A Gramsci, Bernstein y Engels el bolchevismo ya no les importa, hay que mutar la naturaleza del hombre para "deconstruir" a la sociedad y conseguir la revolución antropológica sin tener que socializar los medios de producción. Esto se hará después más fácilmente.
Deconstruir el orden social se logra, según la tesis gramsciana, inoculando primeramente en la opinión pública el concepto de "género", el cual pretende establecer que las personas no se identifican por su sexo masculino o femenino, sino por la libre "opción" que se adopte para "autoconstruirse" sexualmente mediante una "preferencia" que incluso puede ser contraria al propio sexo. Y es que para Gramsci todo es creación histórica "construcción cultural" y no naturaleza. Por ello, los homosexualistas y las feministas de género promueven la idea de que el ser humano nace sexualmente neutral, y que luego es construido socialmente en hombre o mujer. Siguiendo esa concepción, los expertos de la ONU se propusieron impregnar dicha idea en la educación y en los medios de comunicación, para que los niños y jóvenes puedan crecer sin que se les impongan "estereotipos" culturales "sexo-específicos".
El nuevo paradigma consiste en emanciparse de todo condicionamiento. La verdad ha muerto y la tarea es recrear una nueva sociedad después de fragmentar la anterior. Es, sin duda, la mayor conmoción cultural que ha habido en la historia.
Después de construir el arquetipo viene la deconstrucción, afirmando que el concepto de "genero" implica clase, y que la clase presupone desigualdad. La meta es llegar a una sociedad sin clases (en este caso, de sexos) objetivo que coincide con los fines de la revolución marxista. Y además tiene el mismo obstáculo a combatir: el lenguaje, es decir, los conceptos universalmente aceptados, los cuales presuponen los conceptos biológicos y de naturaleza. La gente debe convencerse de que sus percepciones son meras construcciones sociales y culturales.
Por ello es importante tener presentes algunas conclusiones:
1- El matrimonio es sexualmente diferenciado y complementario por naturaleza. Hombre y mujer dan un significado de unión a la libido sexual y a todas sus facultades individuales. La proximidad emocional, espiritual y psicológica de los cónyuges sobreviene cuando tiene lugar la extraordinaria unión biológica entre un hombre y una mujer unidos en matrimonio. Hombre y mujer están hechos para complementarse entre ellos, con el fin de encontrar unidad en complementariedad, y complementariedad en la diferencia sexual. El amor conyugal encuentra su mayor realización y expresión en la procreación, y se prolonga en la educación y la estabilidad psicológica y emocional brindada a los hijos. Los niños encuentran en su padre y en su madre la seguridad y el apoyo que necesitan para desarrollar su mayor potencial.
2- La homosexualidad es una enfermedad adquirida, una patología que puede ser curada mediante una terapia adecuada, sabiendo que hay algunos casos cuyo origen es hormonal. Las personas homosexuales necesitan ayuda, comprensión, respeto y caridad cristiana, no promoción, y quienes merecen el rechazo total de la población son los homosexualistas, que quieren imponer a nuestra sociedad la homosexualidad como opción de vida. Los homosexuales tienen todo el derecho de vivir como quieran, pero no tienen el derecho de redefinir el matrimonio para todos los demás.
3- Los académicos, escritores, científicos, artistas, líderes de opinión y todos aquellos que se guían por la razón, no deben dejarse llevar por prejuicios intimidantes y subversivos que obedecen a intereses económicos extranjeros y que llevan a una esclavitud política con el pretexto de "liberar". Por el contrario, deben exponer incansablemente las evidencias científicas que derivan del precioso bien del matrimonio y de la familia.
4 - Los ciudadanos, en virtud de que el matrimonio está pública y estrechamente relacionado con el bien común, con una sociedad sana y próspera, y con un Estado justo y probo que no tenga que fiscalizar adicionalmente a sus contribuyentes a causa del perjuicio ocasionado al matrimonio y a la familia, deben retirar su voto, sin miramiento alguno, de todos aquellos políticos que no defiendan el matrimonio y la familia, para dárselo en cambio a aquellos que sí lo hagan. Está de por medio nuestro bienestar presente, y está de por medio el futuro de nuestros hijos.
El reto es el de permanecer al margen del programa radical y de su lenguaje, interiorizando y difundiendo los contenidos de la ciencia, de la ética cristiana y su lenguaje. Una línea sutil pero vital separa la nueva ética mundial, pagana e inmanente, del humanismo cristiano impulsado por la salvación en Cristo.
En la práctica, esa línea divisoria ya no se aprecia con claridad, por lo cual es tarea urgente:
1- recobrar la identidad cristiana y,
2- disociarla de los ambivalentes programas y conceptos del nuevo orden mundial.
Confundir la especificidad cristiana con la nueva ética mundial conlleva un doble peligro. En primer lugar, los nuevos conceptos tienden a ocupar el espacio que debería ocupar la evangelización. Resulta penoso constatar que muchos cristianos preconizan los derechos humanos, el desarrollo sustentable, la libertad de decidir y los Objetivos de Desarrollo del Milenio, en vez de predicar los conceptos y valores del Evangelio. Poco a poco, se dejan seducir por valores seculares y pierden finalmente su identidad cristiana.
En segundo lugar, si los líderes cristianos utilizan los conceptos de la nueva ética sin aclarar explícitamente qué los distingue de la doctrina evangélica, los creyentes se quedarán desorientados y no podrán distinguir la diferencia. La confusión resultante puede llevar insensiblemente a un progresivo abandono de la fe y a la apostasía.
Este es uno de los mayores retos de la cristiandad, pero uno del que es preciso caer en la cuenta conscientemente y con estudio dedicado. En los primeros siglos, la oposición al cristianismo era externa, los mártires derramaban su sangre por Jesucristo ante las torturas y suplicios.
Hoy día, la persecución es ideológica, sutil, silenciosa, por lo que es más fácil sucumbir sin darnos cuenta. La sangre no se derrama físicamente, sino mediante el martirio interior cotidiano en el esfuerzo por no asimilar el lenguaje "moderno" y "de género", y por no dejarnos contaminar por los criterios, principios y antivalores de la nueva ética mundial.
Sólo hay una ética que subsiste la prueba de los siglos y de las culturas, la ética integral cristiana. Ella subsistirá cuando desaparezca y pase a la historia la deconstrucción ideológica de la falsa nueva era. "El Cielo y la Tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán" prometió Jesús.
Las contradicciones internas de la nueva ética mundial son una llamada de alerta para actuar rápido, con decisión y sin titubeos. Es preciso deconstruir la nueva ética mundial con decisión y empeño. Ese es el reto que hoy nos ha tocado vivir, reto que debemos aceptar con firmeza y convicción. De esa semilla surgirá la nueva e inconfundible civilización del amor.
Acerca de la ideología de género decía Benedicto XVI en su discurso a la curia romana en diciembre de 2012: "Según esta filosofía, el sexo ya no es un dato originario de la naturaleza, que el hombre debe aceptar y llenar personalmente de sentido, sino un papel social del que se decide autónomamente, mientras que hasta ahora era la sociedad la que decidía. La falacia profunda de esta teoría y de la revolución antropológica que subyace en ella es evidente. El hombre niega tener una naturaleza preconstituida por su corporeidad, que caracteriza al ser humano. Niega la propia naturaleza y decide que ésta no se le ha dado como hecho preestablecido, sino que es él mismo quien se la debe crear. Según el relato bíblico de la creación, el haber sido creada por Dios como varón y mujer pertenece a la esencia de la criatura humana. Esta dualidad es esencial para el ser humano, tal como Dios la ha dado. Precisamente esta dualidad como dato originario es lo que se impugna. Ya no es válido lo que leemos en el relato de la creación: «Hombre y mujer los creó» (Gn 1,27). No, lo que vale ahora es que no ha sido Él quien los creó varón o mujer, sino que hasta ahora ha sido la sociedad la que lo ha determinado, y ahora somos nosotros mismos quienes hemos de decidir sobre esto. Hombre y mujer como realidad de la creación, como naturaleza de la persona humana, ya no existen. El hombre niega su propia naturaleza. Ahora él es sólo espíritu y voluntad. La manipulación de la naturaleza, que hoy deploramos por lo que se refiere al medio ambiente, se convierte aquí en la opción de fondo del hombre respecto a sí mismo. En la actualidad, existe sólo el hombre en abstracto, que después elije para sí mismo, autónomamente, una u otra cosa como naturaleza suya. Se niega a hombres y mujeres su exigencia creacional de ser formas de la persona humana que se integran mutuamente. Ahora bien, si no existe la dualidad de hombre y mujer como dato de la creación, entonces tampoco existe la familia como realidad preestablecida por la creación. Pero, en este caso, también la prole ha perdido el puesto que hasta ahora le correspondía y la particular dignidad que le es propia. Bernheim muestra cómo ésta, de sujeto jurídico de por sí, se convierte ahora necesariamente en objeto, al cual se tiene derecho y que, como objeto de un derecho, se puede adquirir. Allí donde la libertad de hacer se convierte en libertad de hacerse por uno mismo, se llega necesariamente a negar al Creador mismo y, con ello, también el hombre como criatura de Dios, como imagen de Dios, queda finalmente degradado en la esencia de su ser. En la lucha por la familia está en juego el hombre mismo. Y se hace evidente que, cuando se niega a Dios, se disuelve también la dignidad del hombre. Quien defiende a Dios, defiende al hombre".