Introducción
1917 se vivía como un año convulso para la Iglesia y para la humanidad entera. Europa, África y Oriente Medio se vieron inmersas en la Primera Guerra Mundial, mientras que Lenin organizaba la Revolución Rusa siguiendo la doctrina de Karl Marx, un judío cuyo nombre verdadero era Kissel Mordekay, autor de lo que fueran la continuidad del Talmud: El Capital y el Manifiesto del Partido Comunista.
Por su parte, la Iglesia sufría la persecución ideológica, legal y sangrienta en muchos países, entre ellos Portugal, siguiendo la consigna, emanada del Congreso Sionista de Basilea, de exterminar con la agresión encarnizada, y de subvertir con la infiltración sistemática a la Iglesia para destruirla desde dentro. Cientos de jóvenes masones y comunistas se infiltraban en los seminarios para seguir la carrera sacerdotal y penetrar las estructuras eclesiales, especialmente en Europa y en El Vaticano, con el fin de llegar a los más altos vértices de la jerarquía y desde allí operar la destrucción de la fe católica. En lo doctrinal, ya se manifestaba con furor lo que el Papa San Pío X llamó la “suma de todas las herejías”, el modernismo.
En ese 1917, con el propósito de salvar a la Iglesia de la apostasía, y al mundo entero de la segunda y tercera guerras mundiales, se apareció la Santísima Virgen María a tres pastorcitos en la localidad de Fátima, Portugal. Allí hizo un llamado urgente a la conversión a Dios, a la oración y a la penitencia. De modo específico pidió que el Papa consagrara Rusia a su Inmaculado Corazón. De no hacerlo, Rusia esparciría los errores del marxismo por todo el mundo, destruiría muchas naciones, la apostasía sería difundida desde el vértice de la Iglesia y el Papa tendría mucho qué sufrir.
En 1917, la Santísima Virgen se les apareció a los tres niños en seis ocasiones, los días 13 de cada mes, citándolos a las 12:00 del día, comenzando en mayo y terminando en octubre. El 13 de octubre, miles de personas creyeron en la veracidad de las apariciones, dado que la Madre de Dios accedió a dar una prueba que le habían pedido, llevando a cabo el “milagro del sol”. La misma prensa masónica, adversa a la Iglesia, reportó el impresionante fenómeno cósmico.
El 13 de julio, la Virgen María dio a los pastorcitos un “Secreto” que consta de cuatro partes, y que no debían dar a conocer a nadie hasta que Ella lo indicara.
Dos de los niños videntes, Jacinta y Francisco, fallecieron un par de años después, mientras que Lucía tomó los hábitos religiosos con las Hermanas Doroteas.
En el convento, la Santísima Virgen se siguió apareciendo a Lucía, insistiéndole en que el Papa debía consagrar Rusia a su Inmaculado Corazón en unión con los obispos de todo el mundo. El Secreto, le dijo, debería darse a conocer a la muerte de sor Lucía o en 1960, lo que sucediera primero.
Cuando, debido a una enfermedad, sor Lucía falleció en 1949, la masonería eclesiástica, instalada ya en el vértice de El Vaticano, tramó el fraude de crear una falsa “sor Lucía”, pues la consagración de Rusia al Inmaculado Corazón de María habría puesto fin a la penetración del comunismo dentro de la Iglesia, aparte de la animadversión de la masonería contra la Madre de Dios.
Esa jerarquía ha intentado engañar a los fieles diciendo que la consagración de Rusia ya se ha cumplido. También ha mentido declarando que lo profetizado en la tercera parte del Secreto de Fátima se refiere al atentado que sufrió el Papa Juan Pablo II en 1981. Y ha ocultado, hasta el día de hoy, la cuarta parte del Secreto, misma que por primera vez se da a conocer de forma impresa en este libro.
Los videntes de Portugal:
Francisco Marto (nació el 11 de junio de 1908 en Fátima y murió el 4 de abril de 1919 en Fátima).
Jacinta Marto (nació el 11 de marzo de 1910 en Fátima y murió el 20 de febrero de 1920 en Lisboa).
Lucía Dos Santos (nació el 22 de marzo de 1907 en Aljustrel y murió el 31 de mayo de 1949 en Coimbra).
Las seis apariciones de la Santísima Virgen María sucedieron en 1917 cuando Lucía tenía 10, Jacinta 7 y Francisco 9 años de edad. Jacinta y Francisco eran hermanos, Lucía era prima de ellos. El año anterior, los pastorcitos tuvieron por tres veces la visita de un ángel, cuya misión fue prepararlos para las visitas de la Virgen.
Las apariciones del ángel (1916)
Primera aparición del ángel
Los niños solían llevar a sus rebaños de ovejas a pastorear a las serranías de Fátima, a diversas parcelas que sus padres poseían. En el altiplano se encontraba el pueblecito de Fátima, en donde se encontraba la parroquia, y en Aljustrel, donde ellos vivían.
En la primavera de 1916 vieron un la sierra a un ángel que se identificó como el Ángel de la Paz. Les habló a los niños diciéndoles: “No teman. Yo soy el Ángel de la Paz. Recen conmigo”. Luego él se arrodilló, doblándose hasta tocar el suelo con su frente y rezó: “Dios mío, yo creo, yo adoro y yo te amo, te pido perdón por aquellos que no creen, no adoran, no confían y no te aman”. Esta oración la dijo tres veces. Cuando se incorporó, le dijo a los niños: “Recen así. Los corazones de Jesús y María están atentos a la voz de sus súplicas”. Y desapareció.
Segunda aparición del ángel
Durante el verano de 1916 los tres primos estaban jugando al calor del medio día, en un jardín cerca del pozo detrás de la casa de los Dos Santos en Aljustrel. De repente vieron al ángel que les dijo: “¿Que están haciendo? Tienen que rezar. Los corazones de Jesús y María tienen designios misericordiosos para ustedes. Tienen que ofrecer sus oraciones y sacrificios a Dios Altísimo”. ¿Como nos debemos sacrificar? preguntó Lucía al ángel. “En todas las formas que puedan; ofrezcan sacrificios a Dios en reparación por los pecados, dado que Él es muy ofendido, y por la conversión de los pecadores. De esta forma, ustedes traerán la paz a este país, ya que yo soy su ángel guardián, el Ángel de Portugal. Además, acepten con paciencia los sufrimientos que Dios les enviará”.
Francisco, quien a lo largo de las apariciones del ángel y de la Virgen María podía ver pero no escuchar, supo por parte de las niñas las palabras que el ángel había dicho hasta el día siguiente.
Tercera aparición del ángel
La última manifestación ocurrió en el otoño de 1916. Estando nuevamente pastoreando a sus rebaños, se arrodillaron inmediatamente para rezar la oración que les enseño el ángel: “Dios mío, yo creo, yo adoro y yo te amo, te pido perdón por aquellos que no creen, no adoran, no confían y no te aman”.
Después de haber repetido esta oración varias veces vieron una luz extraña brillar sobre ellos. Levantando la vista vieron que el ángel tenía en su mano izquierda un cáliz y sobre él, en el aire, estaba una hostia de donde caían gotas de sangre en el cáliz. El ángel dejó el cáliz en el aire, se arrodilló cerca de los niños y les pidió que repitieran tres veces: “Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, te adoro profundamente, y te ofrezco el precioso cuerpo, la sangre, el alma y la divinidad de Jesucristo, presente en todos los tabernáculos del mundo, en reparación por las ingratitudes, sacrilegios e indiferencia por medio de las cuales eres ofendido. Y por los méritos infinitos del Sagrado Corazón y del Inmaculado Corazón de María, te pido humildemente por la conversión de los pobres pecadores”.
Después se levantó, tomó en sus manos el cáliz y la hostia. La hostia se la dio a Lucía y el contenido del cáliz se lo dio a Jacinta y a Francisco, diciendo al mismo tiempo: “Tomen y beban el Cuerpo y la Sangre de Jesucristo terriblemente agraviado por la ingratitud de los hombres. Ofrezcan reparación por ellos y consuelen a Dios”. Una vez más, el ángel se inclinó al suelo repitiendo con ellos dos veces más la oración a la Santísima Trinidad, y desapareció.
Apariciones de la Santísima Virgen María (1917)
Pasaron casi ocho meses desde la última aparición del ángel. Lucía, Francisco y Jacinta continuaban haciendo lo que el ángel les había enseñado, orando y ofreciendo sacrificios a Dios. Lucía tenía ahora diez años, Francisco nueve y Jacinta siete, cuando el 13 de mayo de 1917 decidieron llevar sus ovejas a unas colinas que pertenecían al padre de Lucía conocidas como Cova da Iria, o Ensenada de Irene. Fue allí, solo con una excepción, donde la Santísima Virgen bajo el nombre de “Nuestra Señora del Rosario” se les apareció en seis ocasiones en 1917, y una novena vez en 1920 sólo a Lucía.
En esos momentos, la Primera Guerra Mundial hacía estragos en Europa. En Moscú, Lenin preparaba la revolución que trastocó el orden social ruso en noviembre de 1917, y en la que se sumergió posteriormente a casi la mitad de los habitantes del mundo al terror del comunismo.
Primera aparición: 13 de mayo de 1917
Llevando a su rebaño fuera de Aljustrel la mañana del 13 de mayo, fiesta de Nuestra Señora del Santísimo Sacramento, los tres niños pasaron Fátima, donde se encontraban la parroquia y el cementerio, y prosiguieron más o menos un kilómetro hacia el norte, a las pendientes de Cova. Mientras sus ovejas pastorearan ellos jugaban en la pradera, donde había algunos árboles de roble. Después de haber tomado su almuerzo, alrededor del mediodía, decidieron rezar el rosario, aunque de una manera rápida, diciendo sólo las primeras palabras y las últimas de cada oración. Al instante, ellos fueron sobresaltados por un gran rayo en medio del cielo. Pensando que una tormenta se acercaba se debatían si debían tomar las ovejas e irse a casa. Preparándose para hacerlo, fueron nuevamente sorprendidos por la gran luz.
Comenzaron a ir cuesta abajo llevando a las ovejas hacia el camino cuando, cerca de un árbol de roble vieron otro rayo, y después de dar unos cuantos pasos vieron, cerca de otro árbol más pequeño, como a metro y medio, a una señora vestida de blanco irradiando unos rayos de luz intensa como de sol. Se detuvieron asombrados por la aparición. Estaban tan cerca que quedaron dentro de la luz que los rodeaba.
“No teman, no voy a hacerles daño”. “¿De dónde eres”, preguntó Lucía a la señora. “Yo vengo del cielo”, contestó. La señora vestía un manto blanco con un borde de oro que caía hasta sus pies. En sus manos llevaba un rosario cuyas cuentas parecían estrellas, con un crucifijo que era la gema más radiante de todas. “¿Qué quieres de mi?”, preguntó Lucía. “Quiero que regreses aquí los días trece de cada mes durante los próximos seis meses a la misma hora. Luego te diré quien soy, y qué es lo que más deseo. Y volveré aquí una séptima vez”. “¿Y yo iré al cielo?, preguntó Lucía. “Sí, tu irás al cielo”. “¿Y Jacinta?”. “Ella también irá”. “¿Y Francisco?”. Él también, pero primero debe rezar muchos rosarios”.
Lucía después se acordó de algunos amigos que habían fallecido. “¿Y María Nieves está en el cielo?”. “Si, ella está en el cielo”. “¿Y Amelia?”. “Ella está en el purgatorio. Ustedes se ofrecerán a Dios y aceptarán todos los sufrimientos que Él les mande, en reparación por todos los pecados que le ofenden y por la conversión de los pecadores”. “Así lo haremos”, respondió Lucía. “Tendrán que sufrir mucho, pero la gracia de Dios estará con ustedes y los fortalecerá”.
Mientras la señora pronunciaba esas palabras, abrió sus manos y los niños fueron bañados por una luz celestial que parecía venir directamente de sus manos. Luego cayeron de rodillas repitiendo la oración: “Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, te adoramos…”.
Los niños permanecían de rodillas en el torrente de esa luz, hasta que la señora habló de nuevo mencionando la guerra en Europa, de la que los niños tenían poca noción. “Recen el rosario todos los días, para traer la paz al mundo y el final de la guerra”.
Después de esto, la señora comenzó a elevarse lentamente hacia el este, hasta que desapareció en la distancia. La luz que la rodeaba parecía adentrarse entre los cielos.
La Virgen les pidió mantener la visión en secreto, sabiendo las dificultades que experimentarían si los eventos se supiesen. Sin embargo Jacinta no pudo contenerse y reveló todo a su madre, quien la escuchó pacientemente pero le dio poca credibilidad a los hechos. Sus hermanos y hermanas se burlaban. Solo su padre, “Tio Marto”, estuvo inclinado a aceptar la historia como verdad. El creía en la honestidad de sus hijos y tenía una simple apreciación de las obras de Dios, de manera que él se convirtió en el primer creyente de las apariciones de Fátima.
La madre de Lucía, por otro lado, cuando finalmente escuchó lo que había ocurrido, creyó que su propia hija no solo era la promotora de un fraude, sino también de una blasfemia. Lucía comprendió rápidamente lo que la señora quería decir cuando dijo que ellos sufrirían mucho. Mamá María Rosa no pudo hacer que Lucía se retractara, aún bajo amenazas, y finalmente la llevó a la fuerza donde el párroco, el padre Ferreira, sin tener éxito tampoco. Por otro lado, el padre de Lucía, quien no era muy religioso, estaba prácticamente indiferente, atribuyendo todo a invenciones de mujeres. Las próximas semanas, mientras los niños esperaban la próxima visita de la señora, en junio, tenían pocos aldeanos a favor y muchos en contra.
Segunda aparición: 13 de junio de 1917
En Portugal, el trece de junio es una gran fiesta, la de San Antonio de Lisboa, conocido comúnmente como San Antonio de Padua. Fue un sacerdote franciscano portugués. Los padres de Lucía pensaron que las festividades de la parroquia de Fátima distraerían a Lucía de su cita en Cova. Sin embrago, no afectada por esta situación, Lucía y los Marto se fueron al sitio de la aparición para cumplir con su cita al mediodía. Cuando ellos llegaron vieron que había una pequeña multitud esperándolos.
Después de haber recitado el rosario con Jacinta y Francisco junto con las personas que estaban presentes, vieron otra vez el reflejo de luz que se acercaba, y después, a la señora en el mismo roble, como en mayo.
“Por favor dígame, señora, ¿qué es lo que quiere de mi?” preguntó Lucía. “Quiero que vengan aquí el día trece del mes que viene. Quiero que continúen diciendo el rosario todos los días. Después de cada misterio, hijos míos, quiero que recen de esta manera: Oh mi buen Jesús, perdona nuestros pecados, líbranos del fuego del infierno. Lleva a todas las almas al cielo, especialmente a las más necesitadas de tu divina misericordia. Quiero que aprendan a leer y a escribir, y luego les diré qué más quiero de ustedes”. “¿Nos llevará al cielo?”. “Sí, me llevaré a Jacinta y a Francisco muy pronto, pero tú te quedarás un poco más, ya que Jesús desea que tú me hagas conocer y amar en la tierra. Él también desea que tú establezcas en el mundo entero la devoción a mi Inmaculado Corazón”. “¿Debo permanecer en el mundo sola?”. “No sola, hija mía, y no debes estar triste. Yo estaré contigo siempre, y mi Inmaculado Corazón será tu consuelo y el camino que te llevará hacia Dios”.
En el momento en el que ella dijo las últimas palabras, abriendo sus manos transmitió por segunda vez el reflejo de esa luz intensa. En la palma de la mano derecha de la señora estaba un corazón rodeado de espinas que parecían clavársele. Entendieron los niños que era el Inmaculado Corazón de María ofrecido por los pecados de la humanidad y deseando reparación. La aparición terminó como en la primera ocasión, con la señora elevándose hacia el Este y desapareciendo en el cielo.
Algunos de los presentes vieron los rayos, otros percibieron un cierto oscurecimiento del sol, y otros una pequeña nube gris que iba y venía mientras ocurría la aparición. Sin embrago, las dificultades con sus familia no cesaron, especialmente con sus madres, quienes estaban verdaderamente alarmadas ya que los rumores continuaban y se expandían. A esto se le añadió la ardua cautela del párroco, quien comenzó a sospechar que todo fuera real, pero obra del demonio.
Tercera aparición: 13 de Julio de 1917
Mientras se acercaba la fecha de julio, Lucía continuaba turbada por las palabras del párroco, quien le advertía que el diablo podría estar detrás de las apariciones. Finalmente, ella le confió a Jacinta que su intención era de no acudir. Pero cuando el día finalmente llegó, sus miedos y ansiedades desaparecieron, de manera que a las doce estaba en Cova con Jacinta y Francisco, esperando la llegada de la señora.
La aparición del 13 de julio fue la más controversial, proveyendo la señora un secreto en cuatro partes que los niños guardaron celosamente a petición de la Virgen. Las revelaciones debían de ser un secreto entre ellos.
Unos minutos después de haber llegado a Cova da Iria, cerca de una encina donde un gran número de personas estaban rezando el rosario, los tres niños vieron otra vez un rayo de luz y, un momento después, a la señora.
Jacinta le dijo a Lucía: “habla, la señora te está hablando”. “¿Si?”, dijo Lucía, pidiendo perdón por sus dudas con sus gestos, y le dijo a la señora “¿qué quieres de mí?. “Quiero que vengan aquí el día trece del mes que viene. Continúen rezando el rosario todos los días en honor a Nuestra Señora del Rosario, para obtener la paz del mundo y el final de la guerra, porque sólo el rosario puede obtenerlo”. “Sí, sí. Yo quisiera preguntarle quién eres, y si puedes hacer un milagro para que todo el mundo sepa que te nos aparece”.
“Deben venir aquí todos los meses, y en octubre yo te diré quien soy y lo que quiero. Entonces haré un milagro para que todos crean”. Lucia comenzó a poner ante la señora las peticiones que las personas le habían confiado. La señora dijo muy gentilmente que ella curaría a algunos, pero que a otros no. “¿Y el hijo paralítico de Maria da Capelinha?”. “No, no será curado ni de su enfermedad ni de su pobreza, y debe de asegurarse de rezar el rosario junto a su familia todos los días”. Otro caso encomendado por Lucía a la señora fue el de una mujer enferma de Atougia quien pidió que se la llevaran al cielo. “Dile que no tenga prisa. Dile que yo sé muy bien por qué, y cuándo vendré a buscarla. Hagan sacrificios por los pecadores y sigan diciendo, especialmente cuando hagan un sacrificio: “Jesús, esto es por amor a ti, por la conversión de los pecadores, y en reparación por las ofensas cometidas contra el Inmaculado Corazón de María”.
Primera parte del secreto
Mientras la señora decía estas palabras abrió sus manos, como lo había hecho en los dos meses anteriores, pero esta vez los rayos de luz penetraron la tierra y los niños vieron cómo se abría un mar de fuego. Dentro de ese fuego había demonios y almas humanas, como tizones transparentes en llamas, todos negros o color bronce quemado y flotando en el fuego; a veces se elevaban en el aire por las llamas que salían junto a grandes nubes de humo, y caían por todos lados como chispas entre enormes fuegos y gemidos de dolor y desesperación. Los niños temblaron de miedo. Lucía gritó. Los demonios parecían repugnantes animales desconocidos, negros y transparentes como carbones en llamas. Horrorizados, los niños miraron hacia la señora quien les dijo tristemente: “Lo que han visto es el infierno, a donde van las almas de los pobres pecadores. Para salvarlos, Dios quiere establecer en el mundo la devoción a mi Inmaculado Corazón. Si ustedes hacen lo que yo les digo, muchas almas se salvarán, y habrá paz en el mundo”.
Segunda parte del secreto
La Virgen continuó: “Esta guerra terminará, pero si los hombres no dejan de ofender a Dios, otra guerra más terrible comenzará durante el pontificado de Pío XI[1]. Cuando vean una noche que será iluminada por una gran luz extraña y desconocida[2] sabrán que ésa es la señal que Dios les dará y que indicará que está apunto de castigar al mundo con la guerra y el hambre, y con la persecución contra la Iglesia y el Papa. Para prevenir esto, vendré a pedir la consagración de Rusia a mi Inmaculado Corazón. Si mis deseos se cumplen, Rusia se convertirá y habrá paz, si no, Rusia difundirá sus errores alrededor del mundo, trayendo nuevas guerras y persecuciones contra la Iglesia; los justos serán martirizados y el Papa tendrá que sufrir mucho, varias naciones serán aniquiladas. Pero al final mi Inmaculado Corazón triunfará. El Papa consagrará a Rusia a mi Inmaculado Corazón y ésta se convertirá. Entonces, el mundo disfrutará de un período de paz”.
Tercera parte del secreto
Después de lo que la Virgen les dijo acerca de la Segunda Guerra Mundial, los niños vieron a lo alto un ángel que llevaba una espada de fuego en la mano izquierda. Centelleando, la espada emitía llamas que parecía iban a incendiar el mundo, pero se apagaban al contacto con el esplendor que la señora irradiaba con su mano derecha dirigida hacia él. El ángel, señalando la tierra con su mano derecha, dijo con fuerte voz: “¡Penitencia, penitencia, penitencia!”. Y los niños vieron, dentro de una inmensa luz, una escena como dentro de un espejo: un obispo vestido de blanco, de quien tuvieron el presentimiento fuera el Papa, huyendo de una ciudad en ruinas, medio tembloroso y con paso vacilante, sobre los cadáveres de muchos sacerdotes y laicos. Apesadumbrado, iba rezando por todos los muertos que encontraba en su camino. Después de esto, vieron al Papa subir una montaña en cuya cumbre había una gran cruz de maderos toscos como de alcornoque. Llegado a la cima del monte, postrado de rodillas a los pies de la cruz, el Papa fue muerto por un grupo de soldados que le dispararon varios tiros de arma de fuego y flechas; del mismo modo murieron otros obispos, sacerdotes, religiosos, religiosas y seglares. Bajo los dos brazos de la cruz había dos ángeles, y cada uno de ellos, con una jarra de cristal en la mano, recogían la sangre de los mártires y regaban con ella el mundo y las almas que se acercaban a Dios.
Cuarta parte del secreto
Después de la visión del Papa que huía de una ciudad en ruinas y fue asesinado en una colina, la Virgen les mostró la visión de un individuo que parecía ser un “Papa”, un obispo vestido de blanco frente a una multitud que lo vitoreaba. Este personaje no era el verdadero Papa, pues tenía la mirada de un demonio. Después de unos momentos vieron a ese falso “Papa” entrar a una iglesia horrible que llevaba al infierno. Parecía como una fortaleza hecha de cemento gris con ángulos quebrados y ventanas similares a ojos, y tenía un pico en el tejado del edificio. Enseguida, levantaron la vista hacia la señora quien les dijo: “Acaban de ver la apostasía, la pérdida de la fe en la Iglesia. En el reinado de Juan Pablo II la piedra angular de la tumba de Pedro debe ser removida y llevada a Fátima. Porque el dogma de la fe no se conservará en Roma, su autoridad será removida y entregada a Fátima; en Portugal sí se conservará la fe. La catedral de Roma debe ser destruida y otra nueva construida en Fátima”[3].
Cuarta aparición: 19 de agosto de 1917
En un intento por conocer “la verdad”, el alcalde del distrito en el que está ubicado Fátima, Arturo Santos, un apóstata masón de alto rango, había planeado una trampa que dejaría a los niños bajo su custodia para forzarlos a revelar todo.
Simulando un acto de buena fe, se ofreció para llevar a los tres niños a ver al párroco, quien él decía que quería verles. Después los llevaría él mismo en su propio auto para que los niños pudieran trasladarse al lugar de las apariciones de forma segura en medio de la multitud que los rodeaba. Pasó por ellos la mañana del 13 de agosto.
En la casa parroquial él abandonó esa artimaña y secuestró a los niños, llevándoselos hasta la sede del distrito en Vila Nova de Ourem, a unos 9 kilómetros de distancia. Allí intentó comprarlos, los amenazó de muerte y los encerró en una celda con otros presos para hacerlos retractar de su historia. Viendo que nada lograba en su intento de corromperlos, recurrió a su última estratagema. Lleno de ira ordenó a uno de los guardianes: “llévalos al cuarto de al lado y prepara la caldera con aceite hirviendo”. Después, procedió a llevarse uno por uno a otra habitación, mintiendo a los niños que quedaban de que ya había procedido a matar al que se había llevado antes, presionando para que el sobreviviente admitiera que todo lo de las apariciones era un fraude.
Mientras tanto en Cova, al mediodía del día 13 de agosto, los signos externos característicos de la aparición se hicieron visibles para la multitud que acudió, la más nutrida hasta ese momento. Después que estos signos terminaron los niños no llegaron y la multitud se dispersó sin saber nada de las trampas tendidas por el gobierno local contra ellos.
El “juicio” contra los niños duró tres días, preocupando mucho a sus familias. Finalmente, en la fiesta de la Asunción de María a los Cielos, el 15 de agosto, el alcalde, viendo que nada había logrado, los regresó a Fátima y los dejó a la entrada de la rectoría de la parroquia. Allí fueron vistos por la gente que salía de Misa, alegrándose enormemente.
En cuanto a los planes de la señora del cielo, éstos fueron simplemente retrasados seis días. El domingo 19 Lucía, su hermano Juan y Francisco estaban pastoreando sus ovejas en un lugar llamado Valinhos, ubicado al lado de la misma colina opuesta a Aljustrel, donde se les apareció el ángel dos veces el año anterior, un poco más al norte. Alrededor de las cuatro de la tarde, presintiendo que la señora estaba apunto de aparecerse, Lucía trató sin éxito de convencer a Juan que fuera a buscar a Jacinta, hasta que le ofreció unos cuantos centavos por ir a buscarla. Mientras ella y Francisco esperaban, vieron la luz típica que descendía. En el momento en que Jacinta llegó, se apareció la señora.
“¿Que quieres de mí?” preguntó Lucía. “Que vengan otra vez a Cova da Iria el trece del mes que viene, y que continúen rezando el rosario todos los días. El 13 de octubre yo haré un milagro para que todos crean”. “¿Qué debemos hacer con las ofrendas que deja la gente en Cova da Iria?”. “Quiero que hagan dos andas (para cargar estatuas) para la fiesta de Nuestra Señora del Rosario. Quiero que tú y Jacinta lleven una de ellas con otras dos niñas. Ustedes dos se vestirán de blanco. Y luego quiero que Francisco, con tres niños ayudándolo, cargue la otra. Los niños también han de vestir de blanco. Lo que quede de las ofrendas ayudará para la construcción de la capilla que ha de ser construida aquí”.
Lucía luego preguntó por la curación de algunos enfermos. “Algunos los curaré durante este año”. Y mirándolos tristemente, les dijo: “Recen, recen, recen mucho. Hagan sacrificios por los pecadores. Muchas almas se van al infierno porque nadie está dispuesto a ayudarlas con sacrificios”. Habiendo dicho esto se retiró como lo había hecho en otras ocasiones.
Quinta aparición: 13 de septiembre de 1917
A pesar del ridículo y las burlas causadas por la prensa secular y atea de lugar, más de treinta mil personas se reunieron en Cova para la aparición del 13 de septiembre. Ahora, mientras se rezaba el rosario, la multitud pudo ver a los niños ponerse de pie mirando hacia el Este y ver cómo la admiración se apoderaba de sus rostros. Ellos habían caído de rodillas y personas cerca de Lucía la escucharon decir: “¿Qué quieres de mí?”. “Continúen rezando el rosario, hijitos míos, háganlo todos los días para que termine la guerra. En octubre vendrá nuestro Señor, así como nuestra Señora del Perpetuo Socorro y nuestra Señora del Monte Carmelo. San José se aparecerá con el niño Jesús para bendecir al mundo. A Dios le agradan sus sacrificios, pero no quiere que se pongan las cuerdas de noche para ir a dormir. Sólo pónganselas durante el día”.
Lucía añadió: “Tengo las peticiones de muchas personas que piden tu ayuda. ¿Puedes curar a una niña que es sordomuda?”. La señora respondió: “Ella mejorará en un año”. “¿Y las conversiones que algunos han pedido y las sanaciones de los enfermos?”. “Algunas las curaré, a otras no. nuestro Señor no confía en todos ellos, pues algunos, recuperada su salud, volverían a caer en sus vicios y pecados”. “¿Quieres que se construya una capilla pequeña aquí con el dinero que las personas han dejado aquí?”. “Sí, deseo que se construya una pequeña capilla en honor de Nuestra Señora del Rosario. Pero diles que se utilice sólo la mitad de ese dinero para esto. La otra mitad será para las dos andas que ya te comenté y ustedes saben”.
Entonces Lucía le dijo: “Muchos creen que digo mentiras, dicen que merezco ser colgada o quemada. ¿Puedes por favor hacer un milagro para que ellos crean?”. A lo que la Virgen contestó: “En octubre haré un milagro que permitirá que todos crean”.
Le aparición había terminado. La señora se elevó como antes, y Lucía, señalándola, dijo a la multitud: “Si desean verla, ¡miren! ¡miren!”.
Sexta aparición: 13 de octubre de 1917
Durante la noche del 12 al 13 de octubre había llovido toda la noche, empapando el suelo y a los miles de peregrinos que viajaban a Fátima de todas partes de Portugal. A pie, por carro y en carretas venían, entrando a la zona de Cova por el camino de Fátima–Leiria, que pasa frente a la plaza de la Basílica. De allí bajaban hacia el lugar de las apariciones.
Los niños lograron llegar a Cova entre las adulaciones de los que creyeron y el escepticismo de los incrédulos que los había ridiculizado desde mayo. Cuando llegaron, constataron la puntualidad de la señora, quien había prometido llegar al medio día. Eran las doce de la hora local. Cuando el sol había llegado a su apogeo, la señora se apareció.
“¿Qué quieres de mí?”, le preguntó Lucía. “Quiero que se construya una capilla aquí en mi honor. Quiero que continúen rezando el rosario todos los días. La guerra pronto terminará, y los soldados regresarán a sus hogares”. “Sí, sí.. pero, ¿me dirás tu nombre?”. “Yo soy la Señora del Rosario”. “Tengo peticiones de muchas personas ¿se las concederás?”. “Algunas serán concedidas, otras las debo negar. Las personas deben rehacer sus vidas y pedir perdón por sus pecados. No deben de ofender más a nuestro Señor, ya es ofendido demasiado”. “¿Y eso es todo lo que tienen que pedir?”. “No hay nada más”.
Mientras la Señora del Rosario se elevaba hacia el Este, tornó las palmas de sus manos hacia el cielo oscuro. Aunque la lluvia había cedido, nubes oscuras continuaban oscureciendo el sol, que de repente se dejó ver como un disco de plata brillante.
“¡Miren el sol!”, gritó Lucía. En ese momento, dos distintas apariciones fueron vistas: el fenómeno del sol, presenciado por cerca de setenta mil espectadores, y la que fue vista solo por los tres niños: San José y el Niño Jesús que parecían estar bendiciendo el mundo, ya que hacían la señal de la cruz con sus manos. Un poco después, cuando esta aparición terminó, vieron a nuestro Señor y a nuestra Señora como la Dolorosa. Jesús parecía bendecir al mundo, al igual que lo había hecho San José. Esta aparición también desapareció y Lucía vio a nuestra Señora una vez más, parecida a la conocida imagen de nuestra Señora del Carmen.
Mientras los niños veían las diversas apariciones de Jesús, María y San José, la multitud presenció un prodigio diferente, conocido como el famoso “milagro del sol”. El sol salió de su órbita y comenzó a “danzar” en el cielo. Posteriormente se acercó hasta la tierra y con su calor secó la humedad de la lluvia que había empapado a las personas y todo el suelo de la región[4].
Esta fue la última aparición para Jacinta y Francisco. Sin embargo, a Lucía, nuestra Señora se la apareció una séptima vez en 1920, como lo había prometido la Virgen. En esa ocasión, Lucía estaba en oración en la Cova, antes de dejar Fátima para irse a un internado de niñas. La señora vino para pedirle que se dedicara enteramente a Dios. Jacinta y Francisco habían ya muerto debido a la “gripe española” que azotó Europa.
Lucía ingresó con las Hermanas Doroteas, en el Vilar, cerca de Porto, en 1921, a los 14 años de edad. Siendo postulante, Lucía tuvo apariciones de la Santísima Virgen en 1925 y en 1926. En éstas, la Virgen le habló de la importancia de hacer comuniones eucarísticas de reparación los primeros sábados de mes durante cinco meses seguidos.
El 10 de diciembre de 1925 se le apareció la Virgen María y al lado, suspendido en una nube, el Niño Jesús. La Virgen le tocó el hombro y le mostró un corazón cercado de espinas. El Niño le dijo a sor Lucía: “Ten compasión del Corazón de tu Santísima Madre que está cubierto de espinas que los hombres ingratos continuamente le clavan, sin haber quien haga un acto de reparación para arrancárselas”.
En seguida le dijo la Santísima Virgen a sor Lucía: “Mira, hija mía, mi corazón, cercado de espinas que los hombres ingratos me clavan continuamente con blasfemias e ingratitudes. Tú, al menos, procura consolarme y di que todos aquellos que durante cinco meses, en el primer sábado se confiesen, reciban la Santa Comunión, recen la tercera parte del Rosario y me hagan 15 minutos de compañía, meditando en los misterios del Rosario, con el fin de desagraviarme, yo prometo asistirles en la hora de la muerte con todas las gracias necesarias para la salvación de sus almas”.
El 6 de julio de 1926, Lucía dejó el Vilar para entrar al noviciado de las mismas Hermanas Doroteas en la ciudad de Tuy-Pontevedra, Galicia, España. Pronunció sus votos solemnes el 3 de octubre de 1928. Allí vivió 20 años.
Al año siguiente de su profesión religiosa, el 13 de junio de 1929, la hermana Lucía tuvo otra aparición de nuestra Señora. La Santísima Virgen regresó, como lo había prometido en Fátima, para pedir la consagración de Rusia a su Inmaculado Corazón. En esta ocasión, la Virgen María especificó: “Ha llegado el momento en que Dios pide que el Santo Padre, en unión con todos los obispos del mundo, realice la consagración de Rusia a mi Corazón Inmaculado, prometiendo la salvación por este medio. Es hora de liberar a la pobre Rusia de la posesión diabólica que la ha vencido, para convertirla y salvarla”.
También le reiteró la importancia de la comunión reparadora de los primeros cinco sábados de mes que le había pedido en 1925: “Son tantas las almas que la justicia de Dios condena por pecados cometidos contra Mi, que vengo a pedir reparación: sacrifícate por esta intención y reza”.
El confesor de sor Lucía le hizo una serie de preguntas sobre las apariciones. Una de ellas fue: ¿por qué cinco sábados y no nueve, o siete? Luego de recibir las preguntas ella pidió a Nuestro Señor la ilustrara sobre las respuestas.
La noche del 29 al 30 de mayo de 1930 le hizo a Jesucristo las preguntas puestas por su confesor, a las que Nuestro Señor respondió: “Hija mía, la razón es simple. Hay cinco tipos de ofensas y blasfemias cometidas contra el Inmaculado Corazón de María:
1- Las blasfemias contra la Inmaculada Concepción.
2- Las blasfemias contra su Virginidad Perpetua.
3- Las blasfemias contra su Divina Maternidad al rechazar, al mismo tiempo, reconocerla como la Madre de los hombres.
4- Las blasfemias de aquellos que tratan de sembrar públicamente en los corazones de los niños indiferencia o desprecio, o aun odio por esta Madre Inmaculada.
5- Las ofensas de aquellos que la ultrajan directamente en sus santas imágenes…
…esa es, hija Mia, la razón por la que el Inmaculado Corazón de María me inspiró a pedir este pequeño acto de reparación, y en consideración a él, a mover mi misericordia para perdonar a las almas que han tenido la desgracia de ofenderla. En cuanto a ti, procura incesantemente, por tus oraciones y sacrificios, mover mi misericordia con esas pobres almas”.
En 1930, en dos cartas escritas al padre Gonçalves, la hermana Lucía le expresó los pedidos del cielo: “El buen Dios promete terminar la persecución en Rusia si el Santo Padre hace un acto solemne de reparación y consagración de Rusia a mi Corazón Inmaculado y al Sagrado Corazón de Jesús, ordenando lo mismo a todos los obispos del mundo. El Santo Padre debe luego prometer que después de esta persecución él aprobará y recomendará la práctica de esta devoción reparadora”[5].
Dos años más tarde, en agosto de 1931, estando la hermana Lucía una temporada en casa de una amiga suya en Rianjo, España, debido a una enfermedad, tuvo otra aparición, en la capilla de la localidad, en la que nuestro Señor se quejó por la tardanza de sus ministros, y le reveló las consecuencias fatales para la jerarquía de la Iglesia en caso se que no se realizara la consagración mariana de Rusia. La hermana comunicó todos estos mensajes a su confesor, el padre Bernardo Gonçalves, urgiéndolo a encontrar la manera de persuadir al Papa para llevar a cabo la petición del cielo. El 29 de agosto, por orden de su confesor, la hermana Lucía informó directamente a su obispo sobre la importante revelación.
La hermana redactó para él la queja íntima que Nuestro Señor le transmitió: “No han querido atender mi petición… Al igual que el Rey de Francia, se arrepentirán, y harán la consagración, pero ya será tarde. Rusia habrá ya esparcido sus errores por el mundo, provocando guerras y persecuciones a la Iglesia. El Santo Padre sufrirá mucho”[6].
Diez años después, en 1941, a instancias de su obispo, José Da Silva, la hermana Lucía comenzó a escribir sus memorias.
En junio de 1943, visto que la enfermedad de la hermana Lucía se agravaba, y temiendo su muerte, el obispo Da Silva le pidió que escribiera el Secreto. La hermana Lucía entró en un grave conflicto de conciencia, dado que la Santísima Virgen les había pedido a los tres niños, en 1917, que no lo revelaran a nadie.
El obispo le ordenó tajantemente, el 15 de septiembre, escribir el texto del Secreto. La hermana le pidió la orden por escrito. A partir de que la recibió, a la monja le atacó una extraña parálisis que ella consideró siempre de tipo sobrenatural. Finalmente, el 2 de enero de 1944, la misma Virgen María se le apareció a la hermana Lucía confirmándole que, efectivamente, esa era la Voluntad de Dios, y que le daría la fuerza y la luz necesarias para poder escribir el Secreto, cosa que hizo al día siguiente, el día 3 de enero.
Eran las 4 de la tarde, en la capilla del convento de Tuy, cuando la hermana Lucía se disponía a escribir el Secreto. En ese momento tuvo otra visión. Sintió una mano que le tocaba el hombro y volteando vio a la Santísima Virgen que le dijo “Quédate en paz y escribe lo que te digo”. Entonces vio una “punta de lanza, como una llama que se desprende, y que tocó el eje de la tierra. La tierra tembló: montañas, ciudades, regiones y pueblos fueron sepultados con sus habitantes. El mar, los ríos, las nubes salieron de sus límites, desbordándose, inundando y arrastrando en un torbellino casas y personas en un número que no se puede contar”. La Virgen le dijo: “Es la purificación del mundo del pecado en el cual está inmerso. El odio, la ambición, provocarán la guerra destructiva. En el tiempo, una sola fe, un solo bautismo, una sola Iglesia Santa, Católica, Apostólica. En la eternidad el cielo”[7].
La hermana Lucía comenzó a escribir el Secreto recibido el 13 de julio de 1917. Sin embargo, por el decaimiento tan severo que tuvo, sólo pudo redactar, en cuatro páginas de su diario, la primera, segunda y tercera parte del Secreto, con la visión del obispo vestido de blanco que huye de una ciudad en ruinas. Pero ya no pudo escribir la cuarta parte de la visión, la de la apostasía en la Iglesia.
No fue sino hasta seis días después que la hermana Lucía volvió a tener fuerzas y finalmente escribió, en una hoja suelta, la cuarta parte del Secreto. Eso lo hizo el 9 de enero de 1944 también en la Capilla del Convento de Tuy[8]. El día 10 de enero, la hermana Lucía mandó una nota a su obispo diciéndole que ya había cumplido su orden de escribir el Secreto de Fátima, y que éste había sido encerrado en “los sobres”.
Cuando el 26 de junio del año 2000, el cardenal Angelo Sodano dio a conocer al mundo y a la Iglesia el “Secreto de Fátima”, solamente hizo referencia al primer documento, el que contiene las tres primeras partes del mismo, pero no mencionó nada sobre la existencia del segundo documento, el que contiene la cuarta parte.
Existen varios testimonios que confirman la existencia de dos documentos diversos, el diario y la hoja suelta: el cardenal Alfredo Ottaviani; el cardenal Silvio Oddi; el cardenal Luigi Ciappi, teólogo personal del Papa Juan Pablo II; el padre José Schweigl, enviado del Papa Pío XII. Pero el más importante es el del arzobispo Loris Capovilla, ex secretario particular del Papa Juan XXIII, quien pudo leer personalmente el segundo documento, el que contiene la cuarta parte del Secreto[9].
Todos ellos hablaron del contenido del segundo documento en sus testimonios: cardenal Luigi Ciappi: “En el Secreto se dice que la pérdida de la fe, es decir la apostasía, saldrá de la cúpula de la Iglesia”.
El padre Joaquín Alonso, archivista de Fátima: “El Secreto habla de la crisis de fe dentro de la Iglesia y a graves diferencias de la alta jerarquía de la Iglesia”.
El cardenal Silvio Oddi: “La Virgen bendita nos alertó en Fátima contra la apostasía en la Iglesia”.
Padre Paul Kramer, “El antipapa y sus colaboradores apóstatas serán, como dijo la hermana Lucía, partidarios del demonio, los que trabajarán para el mal sin tener miedo de nada”.
Monseñor Eugenio Pacelli, futuro Papa Pío XII: “Estoy obsesionado por las confidencias de la Virgen a Lucía, la niña de Fátima. La obstinación de Nuestra Señora ante el peligro que amenaza a la Iglesia es una advertencia divina contra el suicidio que supondría la alteración de la fe en su liturgia, su teología y su alma. Escucho a mi alrededor a los innovadores que quieren desmantelar la Capilla Sagrada, destruir la llama universal de la Iglesia, rechazar sus ornamentos, hacer que se arrepienta de su pasado histórico. Vendrá un día en que el mundo civilizado renegará de su Dios, en el que la Iglesia dudará como San Pedro dudó. Estará tentada a creer que el hombre se ha convertido en Dios, que su Hijo no es más que un símbolo, una filosofía como tantas otras, y en las iglesias los cristianos buscarán en vano la lamparilla donde Dios los espera y como María Magdalena gritarán ante la tumba vacía: ¿Dónde le han puesto?”
Otra de las pruebas de que existe un segundo documento conteniendo la cuarta parte del Secreto, es que el primer documento, después de la visión del obispo vestido de blanco que huye de una ciudad en ruinas, finaliza con las palabras “y en Portugal se conservará la fe, etc…” Los puntos suspensivos y el “etc” nos indican que la narración continúa en otro documento, precisamente la cuarta parte del Secreto en la que se menciona a Portugal.
Si el segundo documento pone en descubierto la trama que altos clérigos masones y comunistas infiltrados en la Iglesia han estado fraguando desde la cúspide de la Iglesia, y cuyo objetivo último es que alguno de ellos pudiera llegar al Papado, entonces se explican las palabras del cardenal Ottaviani cuando dijo: “Por todo ello, el Secreto de Fátima tenía que ser enterrado en lo más oculto, en el lugar más profundo, oscuro e inaccesible de la tierra”.
En efecto, el Secreto de Fátima se enterró. Y esto se facilitó debido a la existencia de los dos documentos diversos. Ambos fueron cerrados en dos sobres distintos que fueron guardados celosamente por el obispo Da Silva sin que él conociera su contenido. Los dos sobres permanecieron en Fátima hasta el año de 1957, cuando finalmente se enviaron a El Vaticano[10]. Se trasladaron en dos fechas diversas.
El sobre con el diario de la hermana Lucía, compuesto por cuatro hojas con 62 líneas, fue transferido a El Vaticano el 4 de abril de 1957. Ese sobre se guardó en los archivos vaticanos.
El otro sobre, conteniendo una hoja suelta y que constituye la cuarta parte del Secreto, fue transferido a El Vaticano el 16 de abril de 1957. Ese sobre fue puesto por el Papa Pío XII en su escritorio personal, dentro de una caja de madera pequeña con la inscripción “Secretum Sancti Offici” (Secreto del Santo Oficio).
La hermana Lucía le comunicó al obispo Da Silva, en 1944, que la Santísima Virgen le había pedido expresamente que el Secreto, con las cuatro partes, debía darse a conocer en 1960, o a la muerte de la hermana Lucía, lo que sucediera primero.
En 1946, la hermana Lucía declaró a su confesor que la consagración del mundo llevada a cabo por el Papa Pío XII en 1942 no era satisfactoria, ya que no la realizó en conjunto con todos los obispos del mundo, y no mencionó específicamente a Rusia como la Virgen lo pidió.
Esto irritó mucho a la jerarquía masónica de El Vaticano y, en medio de muchas presiones, ese mismo año de 1946 regresaron a la hermana Lucía a Portugal y, dos años después, en 1948, la sacaron de la congregación de las Hermanas Doroteas y la ingresaron al convento de clausura del Carmelo de Santa Teresa de Coimbra. Tenía 41 años de edad cuando inició allí su nuevo noviciado. Habían transcurrido treinta y un años después de las apariciones de la Santísima Virgen en Fátima en 1917.
A inicios de 1949, la hermana Lucía enfermó gravemente, y murió el 31 de mayo de 1949, fiesta de María Reina.
Debido a que, según la petición de la Santísima Virgen, el Secreto de Fátima debía darse a conocer en 1960 o a la muerte de la hermana Lucía, lo que sucediera primero, la jerarquía masónica en El Vaticano proclive al comunismo se puso muy nerviosa, por el tema de la consagración de Rusia pedida por la Virgen.
Entonces, el máximo promotor del comunismo en la Secretaría de Estado, el pro secretario Giovanni Battista Montini, tramó ocultar la muerte de la hermana Lucía.
Paradójicamente, cuando, 65 años después, murió la impostora “Lucía”, el 13 de febrero de 2005, en el listado oficial de monjas fallecidas de los Carmelitas Descalzos pusieron a la hermana “Lucía Dos Santos” en la casilla 265. Pero, por más de un año, apareció allí la fecha real de su fallecimiento, 31 de mayo de 1949, sin que nadie se diera cuenta. Después apareció ya corregido (ver los "Moniales Defunctae" de la Orden[11]).
Además, nótese que hasta el año 2015 aparecía como fecha de su profesión el 3 de octubre de 1928, lo cual simplemente no pudo haber ocurrido, ya que Lucía entró a la Orden Carmelita hasta 1948.
¿Porqué el obituario no reproducía el 31 de mayo de 1949 como la fecha de su profesión, como por mucho tiempo se manejó en las biografías oficiales? Por varias razones: la primera, porque la Regla carmelita establece que la profesión se hace hasta después de dos años de noviciado, mismos que Lucía no había cumplido y, la segunda, porque ese fue el día en que ella murió. Profesó in articulo mortis para gozar de los beneficios espirituales de la Orden.
El error, que por más de un año se mantuvo en el sitio de la Orden, llevó a que un lector preguntara ese extraño dato a los editores de Tradition in Action: (Ver tercera conversación titulada “Death Notice in Carmel Archives”[12].
Traducción al español:
Pregunta:
“No estoy a favor de las teorías de conspiración, pero a las bizarras fotos de la hermana Lucía a las que se refiere Ms. Hovart añádase otro asunto bizarro: al mirar al sitio web de los Hermanos Carmelitas y ver los obituarios de monjas de 2005, dice que Sor Lucía murió el 31 de mayo de 1949. Esta lista ha estado allí por al menos un año sin que nadie la corrija, quizá ustedes me puedan explicar el porqué. Nuevamente: no creo en las teorías de la conspiración, pero las fotos son raras y esta fecha de fallecimiento me parece muy extraña. Solo quería hacer notar eso”.
Respuesta de los editores:
“El cuadro 265 en lista correctamente la fecha de nacimiento y de profesión: nació el 22 de marzo de 1907 en Fátima, e hizo sus primeros votos como hermana Dorotea el 3 de octubre de 1928. Pero es difícil entender por qué el sitio oficial de documentos carmelitas puso como la fecha de su fallecimiento el 31 de mayo de 1949. Tal vez porque ella realmente murió en aquella fecha, y otra persona, que falleció en 2005, haya tomado su lugar”.
Tan es cierta esa posterior corrección, que en el documento digitalizado aparece aún, en las fuentes originales, la fecha del 31 de mayo de 1949, como se puede observar en la parte baja derecha:
Por otro lado, las clamorosas discrepancias faciales entre la verdadera Lucía y la impostora “Lucía” son la que documentan sin lugar a dudas que se trata de dos personas totalmente distintas. Las diferencias existen al menos en tres elementos: faciales, de caligrafía, y contenido del mensaje.
En las fotos de la verdadera Lucía y la impostora “Lucía” se destacan: diversos ojos, nariz, pómulos, dientes y mentón:
La caligrafía de ambas también es distinta, como lo revela el estudio elaborado por los Speckin Forensic Laboratories, empresa internacional especializada en falsificación de documentos. Las dos Lucías escriben distinto la "h", la "N" mayúscula, el saludo personal, la "g" minúscula, y las "S, s" mayúscula y minúscula[13].
Por último cabe señalar que después de la segunda aparición, la Virgen María le había revelado a Lucía que sus primos, Francisco y Jacinta, morirían en breve, y que ella, Lucía, moriría “algún tiempo” después. Ese “algún tiempo” choca con la edad de 98 años que supuestamente tendría al morir en 2005: “Sim; a Jacinta e o Francisco levo-os en breve. Mas tu ficas cá mais algum tempo”.
Además está todo el análisis de leguaje no verbal y de personalidad: la verdadera hermana Lucía era una mujer de campo, muy tímida, y se incomodaba mucho ante la presencia de otras personas, y sobre todo ante las cámaras. Se retraía especialmente ante la presencia masculina de las autoridades vaticanas, y siempre estaba muy seria y prefería la distancia. En cambio, la impostora “Lucía”, estaba siempre sonriente y no tenía problema en que un hombre la tomara de la mano como se puede ver en muchas de las fotos con cardenales y jerarcas de El Vaticano.
Además, hay una prueba concluyente de que estamos ente una falsa “Lucía”, y es que ésta apoyó la versión de que el Papa Pío XII había llevado a cabo satisfactoriamente, el 31 de octubre de 1942, la consagración pedida por la Santísima Virgen, cosa que la verdadera Lucía siempre rechazó.
Si se tratara de la auténtica hermana Lucía no lo hubiera hecho, siendo ella la protagonista y principal conocedora del verdadero Secreto.
Pero ¿quién creó a la falsa hermana “Lucía” y por qué?
Del fraude de sustituir a la verdadera Lucía fallecida en 1949 por una falsa “Lucía” viva es preciso exonerar al Papa Pio XII. Él fue un gran creyente de las apariciones de Fátima, al punto que obedeció el mandato de la Virgen y consagró Rusia al Inmaculado Corazón de María el 7 de julio de 1952, si bien no obedeció en hacerlo con los obispos de todo el mundo.
No. Todos los indicios conducen a un personaje de alto nivel en El Vaticano, con gran poder para influir en los superiores del Carmelo pero a espaldas del Papa, y por motivos de una agenda política personal: ese personaje es el sustituto de la Secretaría de Estado, Giovanni Battista Montini, futuro Paulo VI.
De haberse difundido el hecho de la muerte de la hermana Lucía en 1949, los católicos de todo el mundo habrían reclamado la publicación del Secreto, ya que la Virgen había pedido que éste se diera a conocer a la muerte de la hermana Lucía, o en 1960, lo que sucediera primero. Entonces, los fieles habrían pedido sin duda alguna la consagración de Rusia al Inmaculado Corazón de María.
A Montini le incomodaba la idea de que se diera a conocer la muerte de la verdadera Lucía por eso mismo: el Secreto se tendría que haber dado a conocer inmediatamente, como lo había pedido la Santísima Virgen. Además, había sido Montini quien operó el regreso de la hermana Lucía a Portugal y su ingreso forzado al convento de clausura del Carmelo de Coimbra para silenciarla.
En su libro “Undermining the Catholic Church”, Mary Ball detalla que en 1944 tuvo lugar una reunión de alto nivel entre Giovanni Battista Montini y Palmiro Togliatti, líder del Partido Comunista Italiano que había vuelto de su exilio de 18 años en la Unión Soviética. En esa reunión, documenta, se pactó un acuerdo entre Democracia Cristiana, los socialistas y los comunistas, para obtener el control total de Italia en cualquier gobierno de la post guerra, y también se esbozaron las condiciones para un acuerdo de acercamiento entre la Iglesia Católica y la Unión Soviética. Esa reunión, subraya Ball, se hizo sin el conocimiento del Papa Pío XII, puesto que Montini se encargo hábilmente de ocultarle el asunto. Y afirma que no fue la única traición y engaño a Pío XII[14].
Andreas Böhmler explica que la gota que colmó el vaso, y evidencia que se agotó la paciencia del Papa Pío XII, fue un desagradable incidente ocurrido en 1954, en el que se vio salir de El Vaticano a un hombre esposado que fue subido a un coche. Este hombre, despojado de su sotana por orden del Papa, no era otro que monseñor Alighiero Tondi, jesuita, secretario particular de Montini. Según trascendió, el secretario de Montini tenía acceso al Archivo Secreto Vaticano, y de allí obtenía los nombres de los sacerdotes que eran enviados detrás de la Cortina de Hierro para que en la Unión Soviética los torturaran y mataran. Por órdenes de Montini, Alighiero Tondi le pasaba los nombres a Togliatti, quien a su vez se lo transmitía a sus camaradas soviéticos, los cuales se encargaban de martirizar y asesinar a esos sacerdotes. En cuanto Pío XII tuvo conocimiento de estos gravísimos hechos, destituyó a monseñor Alighiero Tondi y lo sometió a juicio, en el que confesó ser agente de la KGB formado en Moscú e infiltrado en la Iglesia. Fue encarcelado dos años. Pio XII se quitó de encima a Montini enviándolo a Milán como arzobispo, pero siempre le negó el birrete cardenalicio durante su pontificado, impidiendo así, al menos temporalmente, que pudiera ser considerado “papabile”. Por este caso, el Papa Pio XII cayó gravente enfermo por toda una semana.
El jesuita Alighiero Tondi, secretario del protosecretario del Estado Vaticano y masón Giovanni Battista Montini, fue condenado a dos años de prisión. En el juicio, confesó ser un agente doble de la KGB.
No solo al procomunista Montini, sino a varios eclesiásticos masones y modernistas espantaba la posible publicación del Secreto de Fátima a la muerte de la hermana Lucía en 1949. El hermano Michel de la Trinité, en el capítulo VIII del tomo III de su “Corpus” sobre Fátima, también citado por el padre Paul Kramer, dice que, además de Montini, existían otros opositores a la revelación del Secreto, entre los que destacaba el jesuita Edouard Dhanis: “El obstáculo estaba en Roma, y solamente en Roma. Era el clan de los partidarios de Dhanis, o más bien, el clan anti-Fátima, del cual Dhanis meramente había sido su portavoz. Monseñor Montini había sido trasladado a Milán, pero estaba su mano derecha, monseñor Dell'Acqua, el nuevo sustituto de la Secretaría de Estado. El padre Bea, confesor del Papa, aún estaba allí: él ya estaba secretamente enamorado del ecumenismo y listo para hacer toda clase de concesiones, sacrificando especialmente la devoción mariana. También permanecían el padre Janssens, Superior General de los jesuitas y Dhanis mismo, quien se había convertido en el experto cuasi-oficial de la Compañía (si no del Vaticano mismo) para todo lo concerniente al tema de Fátima”.
Efectivamente, la ofensiva más ingeniosa, la más tenaz, y ciertamente la más efectiva contra el Secreto de Fátima fue conducida, después de Montini, por el jesuita belga, padre Edouard Dhanis, profesor de Teología en Lovaina de 1933 a 1949, quien enseñó luego en la Universidad Gregoriana de Roma, donde en 1963 fue nombrado rector por Paulo VI. Con el paso del tiempo, él aparece, a causa de su aparente objetividad y prudente moderación, como el más inflexible y terrible adversario de las revelaciones de Fátima.
Además, fue el propio Montini quien intervino para que la hermana Lucía saliera de las Hermanas Doroteas y entrara al convento de clausura del Carmelo en Portugal. Montini se lo pidió personalmente al obispo de Porto el 27 de agosto de 1947.
Y es que a Tuy-Pontevedra acudían ya numerosos peregrinos y la hermana Lucía estaba en el centro de la atención. Por ello urgía al grupo anti-Fátima trasladarla a la soledad, a la reclusión y al silencio de Coimbra, Portugal. El verdadero problema se creó cuando la hermana Lucía falleció en 1949, cosa que no esperaban.
Poco después de la finalización del Concilio Vaticano Segundo, el 15 de noviembre de 1966, el Papa Paulo VI abrogó los cánones 1399 y 2318 del Código de Derecho Canónico de 1917, permitiéndose a cualquiera en la Iglesia publicar sobre las apariciones marianas sin necesidad de obtener un imprimatur oficial. Sin embargo, a la hermana “Lucía”, única persona entre 700 millones de católicos en el mundo entero, le fue denegado el beneficio de esa dispensa. A ella la hicieron permanecer impedida de hablar o escribir libremente sobre las apariciones de Fátima sin permiso expreso de El Vaticano.
En una carta que la verdadera hermana Lucia escribió a su confesor, el padre José Aparicio Da Silva, el 11 de enero de 1946, le manifestó su molestia por las maniobras que había para sacarla de Tuy-Pontevedra y trasladarla a Portugal. Comenta: “un padre de la Compañía de quien se sirvió el demonio, no sé qué cosas le contó a la Madre Provincial”.
La impostora “Lucía” con el autor intelectual del fraude, 1967
La impostora hermana “Lucía” apareció por primera vez en 1957, a los ocho años de fallecida la verdadera hermana Lucía. Fue en una entrevista con el padre Agustín Fuentes, con motivo de la causa de beatificación de Jacinta y Francisco. El Vaticano declaró que la entrevista había sido “fraudulenta”, silenciaron al padre Fuentes y lo alejaron de la causa de beatificación.
En realidad, en la entrevista del padre Fuentes no hay nada comprometedor en relación al Secreto de Fátima, y en un inicio no se dio cuenta de que estaba ante una impostora, no habiendo conocido a la verdadera hermana Lucía. Sin embargo, la jerarquía masónica no quería que nadie se acercara a ella bajo ningún concepto y se fueron contra el padre Fuentes. Hay que tener en cuenta que en ese año se trasladaron los dos sobres a El Vaticano y se había creado una gran aprensión.
Al año siguiente, Juan XXII rescató a Giovanni Battista Montini del exilio en Milán a que había sido condenado por alta traición de parte de Pío XII, y lo nombró cardenal el 15 de diciembre de 1958. Montini enfureció de que el padre Fuentes se hubiera acercado a la impostora Lucía y ordenó al obispo de Coimbra decir que esa entrevista nunca existió, y que todo había sido una invención del sacerdote. Además, fue relegado de la causa de beatificación de Jacinta y Francisco.
La impostora incómoda fue silenciada y jamás volvió a conceder entrevista a nadie. No apareció en público sino hasta diez años después. Por su parte, Montini comenzó a planear un nuevo cambio para sustituir a la segunda “Lucía” por una tercera, otra monja más dócil que sirviera de comparsa para cualquier tesis que se les ocurriera en Roma.
El 13 de mayo de 1967, con motivo de los 50 años de las apariciones, Paulo VI se vio casi obligado a ir a Fátima para la celebración. El autor de la impostura no quiso encontrarse en privado con la farsante, y más bien cometió un sacrilegio contra la Santísima Virgen: al pasar delante de su imagen no se arrodilló, más aún, ni siquiera levantó la vista para verla, y durante su visita no pronunció un solo Ave María, ni siquiera cuando todos los fieles rezaban el Rosario.
Fue la última vez que se vio a la falsa “sor Lucía” en público. Después de eso, fue sustituida por una segunda falsa sor “Lucía”. Esto debió suceder entre 1967 y 1982, año en que el nuncio papal de Juan Pablo II se encontró con la tercera “Lucía” en Portugal. El nuncio no informó al Papa que el deseo de la santísima Virgen era que debía realizarse una consagración específica de Rusia, y Juan Pablo llevó a cabo, el 13 de mayo de 1982, una genérica consagración “del mundo” durante la visita que hizo a Fátima al año del atentado en su contra. En agosto siguiente, la revista Soul Magazine publicó una supuesta entrevista con la tercera “Lucía” en la que ésta afirmaba que dicha consagración había satisfecho los deseos de Nuestra Señora. En 1984 Juan Pablo II llevó a cabo otra consagración “del mundo” sin mencionar a Rusia y sin la participación de los obispos de toda la Iglesia.
La diferencia entre las tres “Lucías” es patente en todas las facciones (ojos, pómulos, mentón, nariz), pero sobre todo en la dentadura: la primera tiene los dientes desviados y desiguales; la segunda los tiene grandes y perfectos; la tercera los tiene muy pequeños y las encías voluminosas:
En el verano de 1989 la tercera sor “Lucía” recibió una asombrosa instrucción de un anónimo jerarca vaticano. La instrucción mandaba que la hermana “Lucía” y todas las religiosas del convento debían decir que la consagración realizada en marzo de 1984 satisfizo el pedido de la Virgen María. Esa orden, que llevó a varias personas a contradecirse, comenzando por la misma “Lucía", fue dada a conocer por el padre Messias Coelho.
Poco tiempo después comenzaron a aparecer y circular en periódicos fuera de Portugal, varias notas y cartas mecanografiadas y supuestamente firmadas por la hermana “Lucía”. Todas contenían afirmaciones declarando la validez de la consagración de 1984.
El intento de El Vaticano de falsificar los hechos se desmoronó cuando un experto grafólogo examinó la firma de la supuesta “Lucía” y declaró que ésta no correspondía a la firma real de la vidente.
Uno de los mayores secretos con relación a la Iglesia y al Concilio Vaticano II, después de la sustitución de la verdadera “Lucia” a inicios de los cincuenta, es el “Pacto de Metz”. En agosto de 1962, en la ciudad francesa de Metz, el cardenal Tisserant, siguiendo órdenes precisas de Juan XXIII, llevó a cabo un pacto entre El Vaticano y el patriarca ortodoxo Nikodim, enviado por el politburó soviético. Con ese pacto, la Iglesia se comprometía a que en el Concilio no habría ninguna condena contra el comunismo y el marxismo. El pretexto era que los soviéticos enviarían dos representantes al Concilio. Nadie sospechaba que el plan era, más bien, introducir el marxismo a la Iglesia.
El Pacto de Metz era una traición, ya que el Papa Pío XI, en 1937, había enseñado y explicado ampliamente, en su Encíclica Divini Redemptoris, que “el comunismo es intrínsecamente perverso; y no se puede admitir que colaboren con él, en ningún terreno, quienes deseen salvar la civilización cristiana”. Y ya en su Encíclica Non Abbiamo Bisogno había condenado la masonería, y en la Encíclica Pascendi Dominici Gregis había advertido de la infiltración en la Iglesia: “Al presente no es menester ir a buscar a los fabricantes de errores entre los enemigos declarados: se ocultan, y esto es precisamente objeto de grandísima ansiedad y angustia, en el seno mismo del corazón de la Iglesia. Enemigos, a la verdad, tanto más perjudiciales, cuanto lo son menos declarados. Hablamos venerables hermanos, de un gran número de católicos seglares y, lo que es aún más deplorable, hasta de sacerdotes. Ellos traman la ruina de la Iglesia no desde fuera, sino desde adentro; en nuestros días el peligro está casi en las entrañas mismas de la Iglesia y en sus mismas venas. No hay parte alguna de la fe católica donde no pongan su mano, ninguna que no se esfuercen por corromper”.
La masonería fue creada por nueve prominentes judíos, en el año 43 d.C., en la corte del rey Herodes Agripa, con el nombre “La Fuerza Misteriosa” y con la finalidad de perseguir a los cristianos que se multiplicaban rápidamente después de la Resurrección de Cristo y de Pentecostés. En el año 1717 cambiaron de nombre y comenzaron a llamarla “Masonería” simulando públicamente una finalidad filantrópica. Pero, el hecho de que en los grados superiores se conservase siempre el objetivo último de destruir la Iglesia y a la cristiandad, llevó a que los Papas, desde Benedicto XIV (1751) hayan establecido la excomunión para quien se adhiere a cualquiera de sus ritos, disciplinas, logias o sociedades secretas.
A finales del siglo XIX la masonería adoptó la estrategia del “Caballo de Troya”, además de perseguir a los cristianos para exterminarlos, habría que infiltrar a la Iglesia para destruirla desde adentro.
En este sentido, es absolutamente revelador el caso descrito en el libro “ES-1025: Memorias de un Anti apóstol”. En él se narra el hecho, sucedido en Francia, cuando una enfermera religiosa atendió a un herido de un accidente automovilístico el cual falleció pocas horas después en el hospital. El hombre llevaba un maletín con notas biográficas e información acerca de la forma en que el Partido Comunista lo había comisionado para entrar al seminario, hacerse sacerdote y luego trabajar para destruir la Iglesia desde dentro.
El libro contiene el relato de la época que pasó este hombre en el seminario; información sobre el plan sistemático, usando los métodos de inteligencia de la KGB, para socavar a la Iglesia; el asesinato de un obispo polaco que descubrió el plan; la lista de miles de templos cerrados en la Unión Soviética; datos sobre la infiltración de sacerdotes en altos puestos de la Iglesia; el objetivo de reducir las religiones a una sola religión universal; y la red de escritores que promovían esos puntos de vista. Cuando ese hombre fue reclutado, era el número 1025 en haber sido infiltrado a la Iglesia.
La advertencia concreta del Papa Pio XI en sus encíclicas surgió porque supo que en su pontificado se hacían contactos ocultos para hacer una “amnistía”, un acuerdo inicuo entre la Iglesia y la masonería negra pro comunista. El primer encuentro formal se tuvo, en 1926, en Aix-La Chapelle de Aachen, en la que se reunieron los sacerdotes jesuitas Herman Gruber y Joseph Berteloot, con los tres eminentes masones Kurt Reichl, del Consejo Supremo de Austria, Eugen Lenhoff, gran maestre de la Gran Logia Austriaca, y el doctor H. Ossian Lang, secretario general de la Gran Logia de Nueva York. Otra entrevista se tuvo, poco después, entre los sacerdotes Gruber y Mukermann, con el cabalista Oswald Wirth y el gran maestre grado 33 Albert Antoine, del Supremo Consejo Escocés, para planear la estrategia de crear un “socialismo global cristiano” vinculado al marxismo.
En 1937, los dignatarios del Consejo Supremo de Francia emprendieron, con Oswald Wirth, la tarea explícita de propiciar el acercamiento entre sacerdotes católicos y la corriente espiritualista de la masonería negra.
Contactos con grupos de la masonería siguieron teniendo eminentes jerarcas católicos como los cardenales Bea, Liénar, Frings, Köning y Suenens; los teólogos Han Küng, el dominico Schillebeckx y el jesuita Van Kolsdonk. En París, el delegado apostólico Angelo Roncalli trabajaba por una “reconciliación” entre la Iglesia y la masonería, ya que él mismo pertenecía a la logia masónica Rosacruz desde que fue delegado apostólico en Turquía.
En 1953, después de haber sido investido cardenal por Pio XII, Roncalli quiso regresar a Paris, donde había sido iniciado en la masonería y en donde fue nuncio de 1945 a 1948, para encontrar allí al gran masón Vincent Auriol, ante quien se arrodilló para que éste le reimpusiera el capello cardenalicio, ratificando así su lealtad a la masonería, no al Papa Pio XII ni a la Iglesia.
Angelo Roncalli recibiendo el birrete de manos del masón anticlerical Vincent Auriol en París
El primer intento de elegir a un Papa masón había sucedido a la muerte de León XIII. Todos daban por segura la elección del cardenal Mariano Rampolla, Secretario de Estado. Sin embargo, durante el cónclave, el cardenal metropolitano de Cracovia marcó el alto mediante un telegrama de su majestad Francisco José, del imperio austrohúngaro, en el cual vetaba la nominación. Años después se supo que la objeción se debió a la notificación de que el cardenal Mariano Rampolla pertenecía a la Gran Logia del Ordo Templis Orienti, en la que había sido iniciado en Suiza, llegando a escalar hasta el grado de Gran Maestro.
Cinco años después de nombrado cardenal, Angelo Roncalli se convirtió en el primer Papa masón en la historia de la Iglesia, después de varios intentos frustrados de la masonería de colocar a uno de sus miembros en la Sede de Pedro.
De suyo, se convirtió en el 36 antipapa en la historia de la Iglesia pues, a la muerte de Pio XII, en el cónclave fue electo como Papa el cardenal Giuseppe Siri, el 26 de octubre de 1958, quien tomó el nombre de Gregorio XVII. Pero en la misma aula del cónclave un grupo de cardenales masones lo amenazaron y lo obligaron inmediatamente a renunciar. A los dos días de su renuncia, fue electo el masón antipapa Juan XXIII. Tanto él, como Montini, futuro Paulo VI, fueron iniciados masones en la Logia de París en la misma ceremonia de iniciación, en 1935[15].
Un libro muy significativo respecto a la infiltración masónica en la Iglesia, aparte de “ES-1025”, es “Instrucción permanente de la Alta Vendita”, un panfleto clandestino de la sociedad secreta de la Carbonería italiana en el que detallan cómo infiltraron la iglesia italiana para corromperla desde dentro. Por un hecho providencial, un ejemplar de Alta Vendita llegó a manos del Papa Gregorio XVI. Posteriormente, el Papa Pío IX solicitó al historiador católico Jacques Cretineau-Joly publicarlo. En una nota de aprobación dirigida al autor, fechada el 25 de febrero de 1861, Pío IX garantizó la autenticidad de ese documento. Fue traducido al inglés en 1885 por monseñor George F. Dillon, y en 1999 fue reeditado por John Venari.
Por su lado, Bella Dodd documenta cómo realizaron esa infiltración cominista masónica en los Estados Unidos en su libro The Devil and Bella Dodd.
Es difícil saber hoy día cuántos y cuáles eclesiásticos pertenecen a la masonería. En su momento sí lo supo el cardenal Édouard Gagnon quien realizó una investigación, por orden papal, a finales del siglo XX. Pero no es completa, pues llegó hasta Juan Pablo Primero.
Cuando en 1959, al Papa masón Juan XXIII se le recordó que la hermana Lucía había dicho que era voluntad expresa de la Santísima Virgen que el Secreto de Fátima se diera a conocer a su muerte o en 1960, lo que sucediera primero, se presentó un dilema para él y para la jerarquía masónica. El problema de la muerte de la religiosa ocurrida en 1949 ya lo habían soslayado, creando a una falsa hermana “Lucía” que todavía seguía “con vida”. Pero el problema del año 1960 se hacía presente. Los fieles de todo el mundo esperaban en ese momento la revelación del Secreto por parte del Papa.
El Papa mandó llamar a sus colaboradores pues una decisión tan trascendente no la podía tomar él solo. Estaban allí el “experto en Fátima” Dhanis, el secretario papal Loris Capovilla y varios de los más acérrimos opositores a la aparición de la Virgen María y a su mensaje.
El Papa sacó los documentos del Secreto y los leyó delante de todos. Después de leerlo comentó: “Debemos tener en cuenta que desde agosto hemos mantenido unas delicadas negociaciones con la Unión Soviética. Nuestra aspiración es que por lo menos dos prelados de la Iglesia Ortodoxa Soviética asistan a nuestro concilio. Además, estas narraciones de Lucía no me parece que puedan ser sobrenaturales”.
El experto Edouard Dhanis abundó: “O bien aceptamos esta carta, obedecemos sus instrucciones y esperamos luego las consecuencias o sinceramente la rechazamos, olvidamos el asunto, guardamos la carta como una reliquia histórica y seguimos como hasta ahora”.
El Papa respondió: “Así es, esto no es para nuestro tiempo”. Y tomó la decisión de no publicar el Secreto y de no obedecer a la Santísima Virgen en su instrucción de consagrar Rusia a su Inmaculado Corazón.
El 8 de febrero de 1960, El Vaticano publicó un escueto comunicado de prensa: “Por el bien de la Iglesia y el bienestar de la humanidad, la Santa Sede ha decidido no publicar en este momento el Secreto de Fátima. La decisión de El Vaticano se apoya en varias razones: Primera: la hermana Lucía vive aún. Segunda: El Vaticano conoce ya el contenido de la carta. Tercera: a pesar de que la Iglesia reconoce las apariciones de Fátima, no se compromete a garantizar la veracidad de las palabras que tres pequeños pastores aseguran haber oído de Nuestra Señora. Ante tales circunstancias, es sumamente probable que el Secreto de Fátima permanezca permanentemente sellado”.
A partir de 1960, El Vaticano prohibió absolutamente que nadie pudiera hablar con la impostora hermana “Lucía”. Ni siquiera sus familiares o su confesor, el padre José da Silva Aparicio, podrían acercarse a ella a partir de ese momento.
En esos años, el padre Pío de Pietrelcina se reunió con Luigi Villa, un sacerdote a quien le asignó la tarea de combatir la masonería eclesiástica. Le dijo: “Coraje, coraje, porque la Iglesia está ya invadida por la masonería. La masonería ha llegado ya hasta las pantuflas del Papa”.
Al padre Stefano Gobbi, fundador del Movimiento Mariano Sacerdotal, la Virgen María le reveló, en 1979: “Las fuerzas masónicas han entrado a la Iglesia de manera disimulada y oculta, y han establecido su cuartel general en el mismo lugar donde vive y trabaja el Vicario de mi Hijo Jesús. Se está realizando cuanto está contenido en la parte de mi mensaje que aún no ha sido revelado, pero que ya se ha vuelto patente por los mismos sucesos que estáis viviendo”.
A todo esto es a lo que se refieren las advertencias de la Virgen María en la cuarta parte del Secreto de Fátima: “si Roma sigue en su abominación…”.
Por otro lado, conviene recordar que la Unión Soviética, desde la Segunda Guerra Mundial, ha sido un bastión de la masonería negra -conocida como “iluminista”- cuya finalidad es establecer un gobierno mundial centralizado y ateo a través del comunismo. “La meta específica de los Illuminati, escribe John Robinson citando al fundador Adam Weishaupt, es abolir el cristianismo y derrocar los gobiernos civiles”.
Llama la atención que la Virgen en Fátima avisó, en 1917, apenas unos meses antes de la Revolución Bolchevique, llevada a cabo por eminentes judíos y masones adversos al cristianismo, que si Rusia no se convertía y no era consagrada por el Papa a su Inmaculado Corazón, esa nación esparciría sus errores por todo el mundo. Esos errores fueron la masonería y el comunismo que la Iglesia Ortodoxa Rusa llevó al Concilio con la ayuda de los masones Juan XXIII y Giovanni Battista Montini.
Después de que en el Congreso Sionista de Basilea se estableció la infiltración masónico-iluminista dentro de la Iglesia (siguiendo la estrategia del Caballo de Troya, para destruirla desde adentro), los eclesiásticos se afiliaban a la masonería a través de las logias civiles y nacionales. Después nació la masonería “blanca”, sobre todo de jesuitas y jerarcas de El Vaticano.
La revolución había de comenzar en las mentes. En 1946, los jesuitas de Bruselas crearon el centro Lumen Vitae, con el supuesto de crear y diseminar publicaciones “catequéticas”. Pero el propósito de la organización era otro. Dice Farley Clinton en The Wanderer: “Se trataba de una institución dedicada al rechazo de las ideas recibidas y a vaciar la enseñanza religiosa de todo contenido tradicional. Lumen Vitae tuvo un financiamiento amplísimo desde un principio y se creó para funcionar como un movimiento mundial”.
Antes del Concilio se tuvo una reunión secreta de alto nivel, en Münich, presidida por el procomunista y masón arzobispo de Milán, Montini, en la que repasaron los planes de manipulación doctrinal liberacionista al detalle. En dicha reunión estuvieron presentes Hans Küng, Bernard Häring, y los cardenales Suenens, Döpfner y Köning. El objetivo era crear una nueva iglesia, la iglesia “conciliar”, instrumento “pastoral” con el cual subvertir a la Iglesia Católica “doctrinal”.
Terminado el Concilio, un grupo de sacerdotes, obispos y cardenales adheridos a la masonería, entronizaron a Satanás en una misa negra llevada a cabo en la Capilla Paulina de El Vaticano. El rito tuvo lugar en la fiesta de San Pedro y San Pablo, la noche del 28 al 29 de junio de 1963. Hubo un sacrificio ritual presenciado por una menor que fue violada, y cada uno de los asistentes, con su propia sangre sellada sobre un pergamino, ofreció su alma a Lucifer y juró solemnemente trabajar por la “Iglesia Universal del Hombre”. La misa negra de El Vaticano estuvo comunicada telefónicamente con otra misa negra simultánea que se celebró en el salón de una parroquia en Virginia, Estados Unidos, con la presencia de un obispo y un grupo de sacerdotes masónico-satanistas.
En el libro de Galeazzi y Pinotti “Wojtyla Secreto”, tanto el cardenal Secretario de Estado Jean Villot como monseñor Paul Marcinkus del Banco Vaticano IOR, son señalados como participantes en esa misa satánica en El Vaticano, y como los ejecutores materiales del asesinato del Papa Juan Pablo Primero en 1978. Esto mismo lo afirma y documenta el padre Jesús López Sáez en su libro “El día de la cuenta”. Marcinkus apareció en la “Lista Pecorelli” como masón integrante de la logia Propaganda 2 con el sobrenombre Marpa, y el cardenal Jean Villot con el seudónimo “Jeanni” o “Zurigo”, y con los datos de afiliación 6/8/1966, 041/3 JEANNI.
En su libro “Windswept House”, el padre Malachi Martin (jesuita, exorcista, secretario de Juan XIII) afirma que también el cardenal Agostino Casaroli, Secretario de Estado después de Villot (1979 a 1990), participó en aquella misa negra de la Capilla Paulina, y fue expuesto como masón de la “Lista Pecorelli” moviéndose dentro de la masonería con el apelativo “Casa” y con los datos de pertenencia 28/9/1957, 41/076 CASA. El cardenal Casaroli fue el principal ejecutor de la Ostpolitik, el movimiento de oscuro contubernio con la Unión Soviética iniciado por Montini y que costó la vida a millones de católicos que fueron entregados al comunismo. En su libro “Atentado al Papa”, el autor Ferdinando Imposimato, magistrado y juez, presidente honorario adjunto de la Suprema Corte de Cassazione de Italia, afirma que Casaroli estuvo al tanto del atentado contra Juan Pablo II y no hizo nada por impedirlo[16].
Dice el P. Malachi Martin en las páginas 492-493 de ese libro: “La organización de la Iglesia Católica Romana tenía dentro de sí una permanente presencia de clérigos que practicaban el culto a Satanás y lo apreciaban; de obispos y sacerdotes que se sodomizaban mutuamente y sodomizaban niños; religiosas que practicaban los ritos negros de la Wicca y que vivían en relaciones lésbicas... Cada día, incluso los domingos y los días santos, actos de herejía y blasfemia eran cometidos y permitidos en los sacros altares por hombres que alguna vez fueron llamados sacerdotes. Actos y ritos sacrílegos no sólo eran efectuados ante los sagrados altares, sino que tenían la connivencia, o al menos el tácito permiso, de ciertos cardenales, arzobispos y obispos... Su número total era minoritario, como del uno al diez por ciento de los consagrados. Pero de esta minoría, muchos ocupaban sorprendentemente altas posiciones o rangos”.
También el padre Gabriele Amorth, quien fue exorcista oficial de la diócesis de Roma, declaró en diversas ocasiones que estaba al corriente de la existencia de las sectas satánicas en El Vaticano y de sus actividades contra la Iglesia.
Sabiendo de la desacralización cometida en la Capilla Paulina, el Papa Benedicto XVI mandó reconstruirla y remodelarla, consagrándola nuevamente a Dios el 4 de julio de 2009. Cantó el Magníficat y la dedicó a la Santísima Virgen, a San Pedro y San Pablo.
Por cuanto a Juan Pablo Primero, no tuvo ni tiempo de conocer el Secreto de Fátima, lo asesinaron a los 33 días de asumir el pontificado, en septiembre de 1978, después de que el periodista Mino Pecorelli publicó la lista de los miembros de la logia masónica Propaganda 2, en la que figuraban 124 eclesiásticos. En la lista aparecían muchos jerarcas de El Vaticano, entre ellos, como ya dijimos, el cardenal Jean Villot, Secretario de Estado, quien organizó el complot para asesinar al Papa.
Y es que Juan Pablo Primero, al ver la publicación de Pecorelli[17], le advirtió a Villot que emprendería una reforma de la curia y que, por su pertenencia masónica, lo removería a él y a los otros ministros pertenecientes a la logia Propaganda 2, pues eso estaba prohibido y penado con la excomunión. El Papa no tuvo tiempo. Antes de eso, se organizaron para matarlo. Lo asesinaron el 28 de septiembre añadiendo a su té nocturno un potente vasodilatador (sabiendo que padecía de presión baja). Al periodista Mino Pecorelli lo asesinaron a balazos dentro de su automóvil el 20 de marzo del año siguiente.
Juan Pablo II abrió el segundo sobre del Secreto de Fátima, con la cuarta parte del Secreto de Fátima, después del atentado que sufrió el 13 de mayo de 1981 en la Plaza de San Pedro. Al subir al Papado, solamente le habían mostrado el primer documento.
Algo muy importante es que Juan Pablo II, en su viaje a Fulda, Alemania, un año antes, había comentado que sus antecesores no revelaron el Secreto “para no alentar al poder comunista a llevar a cabo ciertos movimientos”, confirmando que el motivo marxista “diplomático” ha sido siempre la excusa para no obedecer a la Santísima Virgen.
La desobediencia a los deseos del cielo tiene que ver con ese bloqueo de la masonería para continuar con el plan de infiltración marxista a la Iglesia, pero también porque los teólogos soberbios no pueden aceptar que la paz mundial dependa de un acto tan sencillo como es la consagración de Rusia al Inmaculado Corazón de María, aparte de que los iluministas son acres antagonistas de la Madre de Dios.
El Papa Juan Pablo II visitó a la segunda impostora “Lucía” en Fátima, Portugal, en 1991 y 1995 (a la primera impostora la había visitado en 1982). No hubo ningún comentario de esas visitas por parte de ninguno de ellos. Evidentemente el Papa ignoraba los fraudes del cambio de persona llevado a cabo por Montini cuatro décadas atrás. Ese era un sigiloso secreto masónico. También en Fátima, el 13 de mayo de 2000, Juan Pablo II beatificó a Jacinta y Francisco Marto estando presente la segunda impostora “Lucía”.
Juan Pablo II quiso que en esa fecha se diera a conocer el Secreto de Fátima, e instruyó a la Congregación para la Doctrina de la Fe, a cargo del cardenal Joseph Ratzinger, dar el solemne anuncio. Llegó la fecha y el Secreto de Fátima no se dio a conocer. Hubo un raro forcejeo, se anunció que se daría un mes y medio después. Finalmente, el Secreto se publicó el 26 de junio del 2000 siendo extrañamente el secretario de Estado, cardenal Angelo Sodano, el que se encargó de darlo a conocer, no el cardenal Ratzinger, como el Papa había establecido.
Ese acto fue una mentira grotesca. En vez de dar a conocer las cuatro partes del Secreto, Sodano solo dio a conocer las tres primeras partes y, además, dio una interpretación falsa a la segunda visión que tuvieron los niños, la del obispo vestido de blanco que huye en medio de una ciudad en ruinas, diciendo que eso se refería a un hecho histórico: el atentado que sufrió Juan Pablo II en Plaza San Pedro en 1981. Omitió comentar absolutamente nada sobre la consagración de Rusia, la necesidad de reparación, la apostasía que sale del vértice de la Iglesia o la presencia de un falso Papa, lo cual es parte significativa del mensaje de la aparición de Fátima.
La explicación de Sodano es simplemente absurda: cuando el atentado de 1981, Roma no estaba en ruinas, el Papa Juan Pablo II no salió huyendo de la ciudad, no había cadáveres por las calles, y Karol Wojtyla no fue asesinado posteriormente. Es decir, no hay absolutamente ninguna concordancia de ese hecho con la segunda visión que tuvieron los niños.
Por otro lado, si de verdad se refiriese al acontecimiento histórico de 1981, entonces ¿por qué esperar veinte años para darlo a conocer?
No. La segunda y tercera visión que tuvieron los tres pastorcitos se refieren a la apostasía de la Iglesia y al castigo de Dios sobre Roma debido a su infidelidad. Además, cabe mencionar, la visión que tuvieron los niños corresponde casi textualmente con la revelación que tuvo el Papa San Pío X en 1909: “He tenido una visión terrible: no sé si seré yo o uno de mis sucesores, pero vi a un Papa huyendo de Roma entre los cadáveres de sus hermanos. Él se refugiará incógnito en alguna parte y después de breve tiempo morirá una muerte cruel”. Ese acontecimiento claramente no ha tenido aún verificación. Tampoco ha llegado a su culmen la actual apostasía.
Otra cosa importante es volver a señalar que el anuncio del año 2000 no debió haberlo hecho el cardenal Angelo Sodano, quien era secretario de Estado. El anuncio debió haberlo dado el cardenal Joseph Ratzinger, como secretario de la Congregación para la Doctrina de la Fe. Y así se había anunciado. Pero en las últimas semanas, Sodano se impuso a Ratzinger y le advirtió que, por “razones de estado”, el anuncio lo daría él.
Poco después de la publicación de Sodano, el cardenal Ratzinger le confió al padre Döllinger que había todavía una parte del Secreto de Fátima que no se había publicado[18].
En el año 2001 echaron mano de la segunda impostora “Lucía” para validar en público que lo dicho por Sodano era el Secreto completo, y que la interpretación de la segunda visión era correcta. Esto fue simplemente fraude sobre fraude, haciendo mentir a la impostora en público.
Y aquí se encuentra una prueba más de la sustitución de la verdadera hermana Lucía por las impostoras “Lucía”. En la entrevista que tuvo el arzobispo Tarcisio Bertone, secretario para la Doctrina de la Fe, con la segunda impostora “Lucía”, el 17 de noviembre de 2001, éste le preguntó: “¿Por qué la fecha tope de 1960 para revelar el Secreto? ¿Ha sido la Virgen quien te indicó esa fecha?”. A lo que la impostora respondió: “No fue la Señora, sino que yo puse la fecha de 1960 porque, según mi intuición, antes de 1960 no se hubiera entendido el Secreto, solo después se habría comprendido”.
Esta afirmación resulta ser una total contradicción con lo que la verdadera hermana Lucía dijo al obispo Da Silva en 1944 en presencia del canónigo Barthas: “1960 porque la Virgen así lo ha pedido”. Entonces, no fue sor Lucía quien dispuso “por su intuición” como fecha límite para revelar el Secreto el año 1960, sino que fue la Santísima Virgen quien así lo estableció. Lo que declaró la impostora “Lucia” fue una monumental mentira podrida.
Por cuanto a la entrevista del cardenal Tracisio Bertone con la impostora hermana “Lucía”, para obligarla a afirmar que lo publicado por Sodano era el Secreto auténtico y completo, sin duda constituye hoy día la fuente más desacreditada. El relato que hace Bertone, de una entrevista que según él duró dos horas, consiste en tan solo 44 palabras en italiano (de lo que la impostora dijo en portugués), y de la que no hay ningún registro o grabación.
Así dice el escritor y periodista católico Antonio Socci[19]: “Tanto para acallar muchos rumores y leyendas, como para proteger a El Vaticano de las acusaciones de manipulación, Bertone debería haber grabado, o a lo mejor también filmado, esos coloquios excepcionales para dejarlos a la posteridad. O al menos transcribir todo, preguntas y respuestas, para que la vidente pudiese al final firmarlos y evitar futuras y previsibles contestaciones. Pero increíblemente esos tres interrogatorios (mayo del 2000, noviembre del 2001 y diciembre de 2003), de al menos diez horas de duración, según el prelado, no fueron ni grabados, ni filmados, ni verbalizados. El prelado hoy nos explica que él “tomó notas”. De modo que en los documentos oficiales de Fátima solo constan algunas pocas frases atribuidas a la monja, frases de credibilidad controvertida y para nada exhaustivas dado que las preguntas decisivas, las que eran adecuadas para aclarar todas las dudas, no las hizo, o al menos no son reproducidas por Bertone. Y lo que es peor, le atribuye hoy a la monja, que mientras tanto ya ha muerto y no puede desmentir nada, frases que no fueron reproducidas en el informe oficial del año 2000.
Hay quien ha sostenido que Tarcisio Bertone no grabó ni verbalizó los coloquios con la falsa “Lucía” porque se habrían puesto de manifiesto las presiones psicológicas ejercidas sobre la monja de clausura, para inducirla a avalar la tesis oficial. Esto se recuerda leyendo la página del libro de Bertone donde el cardenal narra que en algún punto la monja “se irritó” y le dijo “¡no estoy confesándome!” ¿A qué pudo contestar la impostora Lucía con esas duras palabras? ¿Quizá alguien le recordó a la anciana monja de clausura el poder eclesiástico y le insinuó la posibilidad de que le negase la absolución? No se sabe, porque el prelado, que recuerda bien la respuesta, por el fastidio de la monja, dice haber retirado su pregunta”.
En el año 2003, siendo aún cardenal, Joseph Ratzinger admitió públicamente, en una entrevista en el canal EWTN de la Madre Angélica, que la interpretación del Secreto podría ser diversa a la ofrecida en junio del año 2000 por Sodano, y también referirse a un acontecimiento futuro de la Iglesia. Y algo más revelador aún: a monseñor Williamson, Ratzinger le confesó que el entonces secretario de Estado lo obligó a aceptar la interpretación falsa del Secreto: “Sodano me torció la mano” (ver Panorama Católico, Vol. 2, No. 14; 12/01/07).
Por otro lado, la declaración del cardenal Karol Wojtyla, ante el Congreso Eucarístico de Pennsylvania, en 1977, nos hace ver que el meollo del asunto tiene que ver con la apostasía: “Estamos ante la contienda final entre la Iglesia y la anti-iglesia, el Evangelio y el anti-evangelio”. Después lo dijo, con otras palabras, siendo ya Papa en 1980, comentando la publicación del periódico alemán Neues Europa: “Habrá cardenales contra cardenales, obispos contra obispos. Satanás marchará en medio de ellos y en Roma habrá grandes cambios”.
En el año 2010, el Papa Benedicto XVI quiso corregir el fraude de Sodano y Bertone. Viajó a Fátima, en el mes de mayo, para conmemorar las apariciones. En esa ocasión declaró que el Secreto “puede tener más bien un significado de futuro”, contradiciendo totalmente la versión de Sodano, que sostiene que el significado es de un hecho pasado. No solo eso, deseó en voz alta, viendo que en 2017 se cumplen los 100 años de las apariciones de Fátima: “Que los siete años que nos separan del centenario de las apariciones puedan acelerar el triunfo previsto del Inmaculado Corazón de María, para gloria de la Santísima Trinidad”.
Por otro lado, es significativa la aparición, también en 2010, de la cuarta parte del Secreto de Fátima que por 50 años lograron ocultar. Sin duda alguna, fue con el consentimiento de Benedicto XVI que el ese documento, de una sola hoja y que se refiere a la apostasía en la Iglesia, fue fotografiado en los apartamentos pontificios y transmitido a Tradition in Action[20].
Esta es la fotografía del documento:
Traducción al español:
JMJ
Tuy 1/4/1944
Ahora voy a revelar la tercera parte del secreto: ¡Esta parte es la apostasía en la Iglesia!
Nuestra Señora nos mostró una visión de un individuo que yo describo como el “Santo Padre” frente a una multitud que lo vitoreaba.
Pero había una diferencia con un verdadero Santo Padre, la mirada del demonio, éste tenía los ojos del mal.
Entonces, después de algunos momentos vimos al mismo Papa entrando en una iglesia, pero esta iglesia era la iglesia del infierno; no hay manera de describir la fealdad de ese lugar. Parecía como una fortaleza hecha de cemento gris con ángulos quebrados y ventanas similares a ojos; tenía un pico en el tejado del edificio.
Enseguida levantamos la vista hacia Nuestra Señora que nos dijo: acaban de ver la apostasía en la Iglesia; esta carta puede ser abierta por el Santo Padre, pero debe ser publicada después de Pío XII y antes de 1960.
En el reinado de Juan Pablo II la piedra angular de la tumba de Pedro debe ser removida y llevada a Fátima. Porque el dogma de la fe no ha sido conservado en Roma, su autoridad será removida y entregada a Fátima. La catedral de Roma debe ser destruida y una nueva construida en Fátima.
Si 69 semanas después de que esta orden se publique, Roma sigue en su abominación, la ciudad será destruida. Nuestra Señora nos dijo que esto está escrito en Daniel 9:24-25 y Mateo 21:42-44
Argumentos que apuntan a la autenticidad del Secreto:
- Respecto a su contenido, es una descripción que ciertamente coincide con la realidad de confusión que estamos viviendo en la Iglesia, con toda una serie de transgresiones a la liturgia y a la doctrina. Si este texto se hubiera revelado antes de 1960 podría haberse evitado gran parte de la apostasía que impera hoy en la Iglesia;
- Respecto a su forma, corresponde totalmente con las otras tres partes previamente reveladas, y manifiesta una coherencia con el mensaje general de Fátima;
- Se trata de un texto completo en sí mismo en forma de carta, con una introducción, una explicación en su parte central y una conclusión, y es de 25 líneas, tal y como el auxiliar del obispo Da Silva, monseñor Venancio, pudo ver a contraluz en 1944;
- El sentido resulta comprensible para cualquiera que lee el texto, incluso con las referencias meta-temporales;
- La grafía y el estilo corresponden a los observados en los escritos de la auténtica hermana Lucía en su diario, donde escribió las primeras tres partes del Secreto, así como en otro documentos autógrafos de ella. Esto lo validó inicialmente Tradition in Action pero, adicionalmente, el perito grafólogo forense mexicano José Miguel Dávida Leal (ICC-061012-U87-0013) comparó dicho documento de 25 líneas con una carta de sor Lucía del año 1930, y con el documento de ella misma presentado por el cardenal Sodano como “tercer secreto” en el año 2000, y concluyó, por dictamen firmado el 17 de agosto de 2016, que sin lugar a dudas “los tres documentos fueron escritos por la misma persona”. El grafólogo certificado Dávila Leal concluyó también que, cuando dicha persona escribió el documento de 25 líneas fechado el 4 de enero de 1944, ésta se encontraba muy débil y con una probable complicación de tipo circulatorio, por lo cual debió haberle costado mucho esfuerzo escribirlo.
- El contenido concuerda con lo expresado por las personas que han visto la cuarta parte del Secreto de Fátima personalmente, y cuyos testimonios hemos mencionado arriba: los cardenales Alfredo Ottaviani, Luigi Ciappi y Silvio Oddi, el arzobispo Loris Capovilla. Todos ellos mencionan que el contenido se refiere a la apostasía, al cisma, al enfrentamiento entre un Papa falso y uno legítimo, a la pugna de cardenales contra cardenales y obispos contra obispos, señalando que la corrupción de la fe vendrá del vértice de la Iglesia.
Por otro lado, mencionar el traslado de “la piedra angular de la tumba de San Pedro a Fátima” resulta llamativo ya que, cuando se reveló el Secreto, en 1917, todavía no se sabía que los restos de San Pedro estaban debajo de la Basílica de San Pedro, esto se constató hasta 1968, lo cual avala el carácter sobrenatural, auténtico y profético del mensaje.
Con todo, la expresión “la piedra angular de la tumba de Pedro debe ser removida y llevada a Fátima” se refiere de forma eminente a la autoridad doctrinal del papado, y deja de ser misteriosa por cuanto apunta a la legitimidad del sucesor de Pedro como “piedra angular” que vuelve a sostener el “dogma de la Fe”, después de que éste ha sido adulterado. Y esto sucede en Portugal, gracias precisamente a que las apariciones en Fátima son un llamado a vivir la fe auténtica, en contra de las herejías modernistas de la masonería, del comunismo y de la iglesia conciliar.
También hay que subrayar la coherencia que tiene esta versión, al parecer auténtica, del Secreto, con la profecía católica en general. Dice, por ejemplo, la Virgen María en La Salette: “Roma perderá la Fe y se convertirá en la sede del anticristo”. Y en el exorcismo del Papa León XIII se lee: “Donde fueron establecidas la Sede de San Pedro y la Cátedra de la Verdad como luz para las naciones, ellos han erigido el trono de la dominación de la impiedad, de suerte que, golpeado el pastor, se pueda dispersar a la grey”.
Llama la atención, en esta cuarta parte del Secreto, la mención de los Papas Pío XII y Juan Pablo II, pues en el año en que se dieron las revelaciones gobernaba la Iglesia Benedicto XV, después vendría Pío XI. Y cuando la hermana Lucía escribió los mensajes por orden de su obispo, en 1944, reinaba Pío XII, a quien ya le tocó la Guerra, y luego vinieron Juan XXIII, Paulo VI y Juan Pablo Primero. Y sólo después de ellos vino Juan Pablo II, como está escrito en el Secreto de la verdadera hermana Lucía.
Esto también es concordancia con el conjunto de las revelaciones de Fátima respecto a la mención de Papas futuros que aún no se conocían, pues en la segunda parte del Secreto les dijo la Virgen: “La guerra pronto terminará (Primera Guerra Mundial). Pero si no dejaren de ofender a Dios, en el pontificado de Pío XI comenzará otra peor”. Y en la cuarta parte del Secreto menciona a Pío XII y Juan Pablo II. Si alguien hubiera inventado este texto no hubiera mencionado a Papas futuros, dado que esto podría haber sido señalado como una objeción. Es decir, la impugnación misma que se puede hacer a la autenticidad del texto se convierte en prueba de su autenticidad.
Lo más dramático y grave del Secreto es la que se refiere a la fe: “En el reinado de Juan Pablo II la piedra angular de la tumba de Pedro debe ser removida y llevada a Fátima”. De esto hablaremos más abajo.
Y la parte más difícil, desde le punto de vista teológico-escriturístico, es: “Si 69 semanas después de que esta orden se publique, Roma sigue su abominación, la ciudad será destruida. Nuestra Señora nos dijo que esto está escrito en Daniel 9:24-25 y Mateo 21:42-44”.
Las citas nos dicen que hay una correlación entre Fátima y las profecías esjatológicas de la Biblia. La cita de Daniel se refiere a la “70 semana”, faltante a las 69 “semanas” que se cumplieron desde Nabucodonosor hasta el bautismo del Mesías en el Jordán[21].
A ese lapso falta aún la “70 semana” que corresponde a los siete años del gobierno mundial del anticristo (denominada por Jesucristo la “Gran Tribulación”), en que la iglesia apóstata estará al servicio del orden global marxista anticristiano, y en que la Iglesia fiel a Dios y a la Tradición tendrá que volver a las catacumbas de la persecución.
La otra cita, la de San Mateo (como explicando que la autoridad doctrinal petrina sea retirada a la Roma adulterada y transferida a quienes son fieles a la Tradición, al Evangelio y al mensaje revelado en Fátima) consiste en la condena lanzada por Jesucristo a las autoridades judías que rechazaron al Mesías: “Ahora yo les digo, a ustedes se les quitará el Reino de los Cielos, y le será entregado a un pueblo que le hará producir sus frutos” (Mt 21, 42).
Cabe mencionar que la firma de sor Lucía del segundo documento que contiene la cuarta parte del Secreto de Fátima y la firma contenida en el Diario, fueron sometidas al estudio de dos grafólogos, uno en España y otro en México, y ambos coincidieron en que se trata de la misma persona.
La “abominación” en que vive El Vaticano actualmente es debida a la infiltración masónico-comunista a la que se refiere el padre Gobbi, y cuya máxima expresión cristalizará en el gobierno mundial del anticristo con la complicidad de la nueva iglesia. El plan es construir un gobierno centralizado, socialista y ateo, del cual la falsa iglesia proclamará que puede ser considerado como “cristiano”, tratando de engañar a todos.
El contenido de las palabras explicativas de la Virgen, a la visión que tuvieron los niños de Fátima y que El Vaticano ha ocultado hasta ahora es este en resumen: un falso Papa, una crisis doctrinal y moral, y cómo la apostasía, el alejamiento de la fe, vendrá desde el vértice mismo de la Iglesia.
Por otro lado, es indignante que al día siguiente del fraude de la “publicación del Secreto” de Sodano el año 2000, se haya organizado en el mismo lugar la presentación de las memorias del cardenal Agostino Casaroli “El martirio de la paciencia”, teniendo como invitado especial a Mijail Gorbachov. El cardenal Casaroli se había encargado de silenciar en la Iglesia la persecución de católicos en la Unión Soviética. Y llama la atención que a esa presentación haya asistido el mismo Sodano, como haciendo una demostración del poder de la masonería eclesiástica, la cual fue documentada por el P. Malachi Martin en su magna obra “El Último Papa”.
Gorbachov seguía declarándose leninista, y se dedicaba a través de su fundación a promover el nuevo orden mundial, la reducción de la población del planeta a través de los anticonceptivos y el aborto. El haber hecho esto al día siguiente de la presentación del supuesto Secreto de Fátima, cuyo mensaje central ocultado es la necesaria conversión y consagración de Rusia, resultó ser una burla del aviso de la Santísima Virgen, sobre todo por la presencia de Sodano en ambos eventos.
El 19 de enero de 2015, el presidente ruso Vladimir Putin visitó al obispo de Roma, Jorge Mario Bergoglio. Hablaron de la crisis en Ucrania y en Medio Oriente. Hacia el final de la conversación, Putin le pidió que por favor consagrara a Rusia al Inmaculado Corazón de María, como fue pedido en Fátima en 1917, a lo que Bergoglio contestó: “de eso ni hablar”. Esto lo testimonió el padre Paul Kramer, experto mundial en el tema de Fátima[22].
Son pocos los que reparan en que el comunismo, como bien dijo el Papa Pio XI, es “intrínsecamente perverso”. Y lo es porque va en contra de la dignidad humana, al reducir la persona a una mera pieza dentro de un engranaje social que busca el bienestar material en este mundo con independencia de Dios, porque niega el derecho a la propiedad privada y la posesión legítima del fruto del propio trabajo, porque persigue la igualdad mediante el odio de clases, porque no busca el Reinado Social de Cristo en el mundo, sino que trata de tergiversarlo y abiertamente lo persigue.
En este sentido, no pocos católicos se alarmaron debido a que Francisco volvió a introducir la Teología de la Liberación en la Iglesia, después de que a Juan Pablo II y a Benedicto XVI les costó grandes sufrimientos combatirla, por las amenazas que implica contra la fe. En efecto, recién electo “Papa”, anunció que trabajaría por una “Iglesia de los pobres para los pobres” (cuando en realidad la salvación debe ser para todos), y en su Exhortación Evangelii Gaudium hizo una relectura marxista de la economía al criticar la libertad del mercado (con todo y que ésta deriva de la misma libertad y dignidad de la persona humana). En febrero de 2014 recibió en El Vaticano, con bombo y platillo, a Gustavo Gutiérrez, padre de la Teología de la Liberación, a quien Juan Pablo II había condenado por sus errores doctrinales. Por ende, le prologó su libro “Pobre y para los pobres”. Todo esto no hace más que abonar en pro del gobierno mundial socialista que persigue la masonería, y que por lo mismo se ha opuesto el mensaje de la Virgen María en Fátima.
Gustavo Gutiérrez postuló una revolución de carácter violento: “El amor universal cristiano no se contradice con la lucha de clases, porque al rico se lo ama combatiéndolo”. ¿Es eso realmente cristiano?
El marxismo está hoy más presente que nunca, pero bajo el ropaje del ecologismo, el culto por el planeta, los derechos humanos, la ideología de género y la falsa paz. No se habla del pecado del aborto, del pecado del homosexualismo o de la contracepción. Solo se habla del poco interés por la tierra, el medio ambiente, los migrantes y los excluídos. Se proclama que todos debemos estar unidos a favor de la causa verde y de los nuevos “valores” del naturalismo marxista: el cuidado al planeta, la tolerancia interreligiosa y la inclusión. Estos nuevos “valores” lograrán el sueño socialista de que todos lleguemos un día a ser “iguales” bajo un orden mundial unificado. Lo que no se dice es que la tierra y la civilización están en desorden por el pecado de Adán y por el pecado personal de cada uno de nosotros.
Para preservar los tesoros que Dios ha creado es preciso que primero cada uno respete y preserve su alma del pecado, de la ofensa a Dios. Si no se enseña la existencia del pecado original y si no se dice claramente qué cosa es pecado, la veneración por el planeta y los derechos humanos se convierten en una nueva herejía. Para amar la creación se necesita la gracia divina. Para usar lo creado de forma que sirva para la salvación del alma es necesario estar en gracia, hacer penitencia y oración, mortificarse usando de lo creado con mesura, respeto, cuidado y amor. Y se necesita reconocer que por encima de los derechos humanos están los derechos de Dios. Lo demás, es mera doctrina marxista.[23]
La Iglesia es santa. Lo seguirá siendo, a pesar de la infiltración masónica, marxista y satánica que ha sufrido la alta jerarquía. Y es santa porque su fundador es santo; porque sus medios, los sacramentos, son santos; y porque muchos de sus miembros han alcanzado la santidad. No debería escandalizarnos el tema de la infiltración masónico satanista que se ha dado y se sigue dando en nuestros días.
Como diría el padre Gabriele Amorth, autoridad exorcista de la Iglesia, en El Vaticano es donde se encuentra el mayor satanismo, pero también donde se encuentra la mayor santidad. Es el lugar en donde el bien y el mal libran la batalla suprema antes del establecimiento del Reino de Cristo.
El mensaje de Fátima es una invitación a la conversión, a volver a Dios mediante la penitencia, la oración y la caridad. Pero también es un llamado a defender la fe contra cualquier relectura marxista o modernista del Evangelio que se nos quiera imponer, incluso desde el vértice de la Iglesia. Y en este sentido es preciso volver a leer la Encíclica Divini Redemptoris del Papa Pio XI condenando el marxismo ateo, teniendo en mente las nuevas versiones del marxismo: la falsa paz, el ecologismo, la “democracia” falsaria, la tolerancia y el igualitarismo traidores.
Tal vez todo esto es la razón por la que algunos en El Vaticano han querido que no se conozca la cuarta parte del Secreto de Fátima ni lo que sucedió con la verdadera hermana Lucía. Pretenden alargar la mentira lo más que se pueda, para así lograr la confusión, la ocupación total de la Iglesia y la perdición del mayor número de almas posible mediante la apostasía.
Pero Jesús ha prometido el triunfo de su Iglesia y estar con nosotros “todos los días hasta la consumación del mundo”. Hay que rezar para que los pobres satanistas, judeo-masones y neo-marxistas que han ocupado la jerarquía de la Iglesia recapaciten y acepten a Dios. El rosario es el arma más potente para lograrlo.
Conviene resaltar la relación que existe entre el Cuarto Secreto fotografiado y publicado en 2010 (en la parte que describe un templo grande y grotesco, demoníaco) y la revelación que tuvo la beata Ana Catalina Emmerick, religiosa Agustina, en 1820: “Vi una fuerte oposición entre dos Papas, y vi cuan funestas serán las consecuencias de la falsa iglesia, vi que la Iglesia de Pedro será socavada por el plan de una secta. Cuando esté cerca el reino del anticristo, aparecerá una religión falsa que estará contra la unidad de Dios y de su Iglesia. Esto causará el cisma más grande que se haya visto en el mundo. Vi que muchos pastores se habían dejado seducir por ideas que eran peligrosas para la Iglesia, y que estaban construyendo una iglesia grande, extraña y extravagante. Todos debían ser admitidos en ella para estar unidos y tener los mismos derechos: evangélicos, católicos y sectas de cualquier denominación. Así tenía que ser la nueva iglesia. Pero Dios tenía otros proyectos”.
Respecto al comunicado de El Vaticano de mayo de 2016 en que el Papa Benedicto XVI supuestamente declara que la publicación del Tercer Secreto de Fátima que hizo el cardenal Sodano fue completa, nos preguntamos ¿cómo puede el Papa contradecirse? ¿O mintió en 2016, o mintió en 2003 y en 2010 cuando declaró que Sodano le torció la mano para aceptar una interpretación falsa, y que la cuarta parte del Secreto se refiere a un “acontecimiento futuro” de la Iglesia?
No, no mintió el Papa. Mintió sin duda la jerarquía masónica en El Vaticano, para variar, nerviosa porque el Secreto está próximo a cumplirse y poder ser entendido.
Por el Reino de Cristo a la Gloria de Dios
[1] Este dato es muy elocuente, ya que en 1917 reinaba la Iglesia el Papa Benedicto XV, a quien le tocó la Primera Guerra Mundial, y no había manera de que los niños supieran que el siguiente Papa sería Pío XI.
[2] Esto ocurrió la noche del 28 de enero de 1938, y se vio en toda Europa. Los científicos lo explicaron como una inusual aurora boreal.
[3] Cuando se habla del “Tercer Secreto de Fátima”, en realidad se hace referencia a esta cuarta parte del Secreto, que es la tercera visión. También la hermana Lucía le llamó “Tercer Secreto”.
[4] Entre las referencias periodísticas de la época están las siguientes:
O Seculo (periódico de Lisboa pro gubernamental, masón y anticlerical): “El sol temblaba, hizo ciertos movimientos repentinos fuera de las leyes cósmicas. El sol “danzaba” de acuerdo a las expresiones de la gente. La gente se preguntaba unos a otros lo que habían visto. La gran mayoría admitió ver el sol danzando y temblando, otros afirmaban que habían visto el rostro de la Virgen Santísima. Otros juraron que vieron el sol girar como una rueda que se acercaba a la tierra como si fuera a quemarla con sus rayos. Algunos dijeron haber visto cambios de colores sucesivamente”.
O Dia (periódico de Lisboa): “A la una en punto de la tarde, mediodía solar, la lluvia cesó, el cielo de color gris nacarado iluminaba la vasta región árida con una extraña luz. El sol tenía como un velo de gasa transparente que hacía fácil el mirarlo fijamente. El tono grisáceo madre perla en que se tornó en una lámina de plata, que se rompió cuando las nubes se abrían y el sol de plata envuelto en el mismo velo de luz gris, se vio girar y moverse en el círculo de las nubes abiertas. De todas las bocas se escuchó un gemido y las personas cayeron de rodillas sobre el suelo fangoso”.
[5] Desde noviembre de 1917, después de la Revolución de Octubre, hubo en la Unión Soviética un movimiento masónico judaico para tratar de extinguir el cristianismo y someter a todos los pueblos del mundo bajo el régimen comunista ateo. Comenzando por Lenin como primer persecutor, y continuando con los demás sucesores, el comunismo llevó a cabo el exterminio sistemático de decenas de millones de personas por su fe en Cristo.
[6] Nuestro Señor estaba haciendo referencia a los pedidos del Sagrado Corazón hechos el 17 de junio de 1689 al Rey de Francia, por intermedio de Santa Margarita María de Alacoque. Como resultado del rechazo del Rey Luis XIV (al igual que del rechazo tanto de su hijo como de su nieto, los reyes Luis XV y Luis XVI) de consagrar públicamente Francia al Sagrado Corazón de Jesús, la contra-iglesia, protestante y masónica, apoyó el gran alzamiento de la Revolución Francesa. El 21 de enero de 1793, Francia, ingrata y rebelde contra su Dios, se atrevió a decapitar a su rey cristiano como si fuera un criminal.
[7] “punta de lanza, como una llama que se desprende” parece hacer referencia a lo que se conoce hoy como una explosión solar. Las palabras que escuchó y lo que vio la hermana Lucía el 3 de enero, no lo escribió ese día, dado que la orden de su obispo había sido escribir el Secreto recibido en Fátima el 13 de julio de 1917. La visión del 3 de enero la escribió posteriormente en otra libreta, y fue publicado por el Carmelo de Coimbra en 2014 en el libro "Un caminho sob o olhar de Maria". Con la publicación de esta biografía de la hermana Lucía sabemos ahora de dónde tomó el Papa Juan Pablo II la idea de que Fátima está relacionada con una catástrofe cósmica que afectará enormemente la tierra.
[8] Por alguna razón, tal vez de continuidad con el escrito del día 3, la hermana Lucía puso a la hoja suelta la fecha 4 de enero.
[9] Importante testimonio, pues fue quien redactó el comunicado contra Fátima que firmó Juan XXIII.
[10] Monseñor Venancio miró a contraluz el sobre que contenía la cuarta parte del Secreto, la hoja suelta escrita por la hermana Lucía el 9 de enero de 1944, y pudo ver que el mensaje estaba redactado en 25 líneas.
[11] http://www.ocd.pcn.net/defunti/n_def9.htm
[12]http://www.traditioninaction.org/Questions/E016_SrLucyRepercussions.htm
[13] http://www.tldm.org/news/lucys_writing.htm
[14] Montini y Togliatti eran amigos desde la infancia, y de adultos se unieron en la causa común de hermanar la Iglesia con el comunismo.
[15] Cfr. Duchaussoy Jacques, “Mystère et misión des rose+croix”; Sierra Partida Alfonso, “La masonería frente al mundo contemporáneo”; Carpi Pierre, “Las profecías de Juan XXIII”, y Williams Paul, “The Vatican Exposed”, Prometheus Books. Paulo VI se convirtió en el 37 antipapa de la Iglesia, siendo que Giuseppe Siri volvió a ser electo Papa por segunda vez en el cónclave de 1963 y nuevamente forzado a renunciar.
[16] Además de Villot, Casaroli y Marcinkus, aparecían en la Lista Pecorelli el cardenal Bea (en realidad un criptojudío de nombre Behayim, “eminencia gris” del Concilio Vaticano II), el arzobispo Bugnini, perpetrador de la “nueva liturgia”, y el nuncio Dadaglio, artífice de la “renovación” de la Iglesia española. Cuando el terrorista Ali Agca reveló arrepentido, años después del atentado contra Juan Pablo II, la estructura del complot, dijo que no hubiera podido llegar hasta Plaza San Pedro sin la ayuda de un alto funcionario de El Vaticano para poder dispararle al Papa. Ese funcionario fue Casaroli.
[17] “La Gran Logia del Vaticano”, en Osservatore Politico, 12 de septiembre de 1978.
[18] Esta afirmación la publicó el padre Paul Kramer en el número de mayo de 2009 en la revista The Fatima Crusader. También lo declaró posteriormente el padre Nicholas Gruner.
[19] Basado en las sospechas del ortodoxo y conservador Vittorio Messori, ambos grandes vaticanólogos (ver el informe de Christopher Ferrara en The Fatima Crusader edición 79, página 5). Socci, Antonio: “Il Quarto Segreto di Fatima”.
[20] http://www.traditioninaction.org/Questions/B352_Secret.html
[21] Para los judíos, la “semana” (shabua) no son 7 días, sino 7 años. Por lo que entonces se verificaron 483 años.
[22] https://www.youtube.com/watch?v=WehqTwn600Q
[23] Francisco vino a ser el 38 antipapa en la historia de la Iglesia. Hay certeza de ello a partir de que el cardenal Godfried Danneels publicó en su biografía que él y otros nueve cardenales constituyeron un “club mafia” para hacer renunciar a Benedicto XVI y llevar a Bergoglio al papado (a confesión de parte relevo de pruebas). Lo da a conocer también Austen Ivereigh en su libro The Great Reformer. El cabildeo ilegítimo que llevaron a cabo esos cardenales está penado por la Constitución Universi Dominici Gregis con excomunión latae sententiae (es decir inmediata y por sí misma, sin necesidad de declaración por parte de nadie). Según la Constitución, esos cardenales y el mismo Bergoglio que se vio favorecido por dicho cabildeo, se auto excomulgaron desde antes del cónclave de 2013. Por otra parte, en el cónclave se cometieron 5 irregularidades por lo que, a tenor del artículo 76 de la Constitución Universi Dominici Gregis, quien sale electo "no tiene ningún poder". Por su parte, Andrea Cionci documentó, en su libro Codice Ratzinger, cómo el Papa Benedicto XVI operó su aparente renuncia para derivar en la usurpación de la Sede Petrina: no fue un Papa abdicatario, sino un Papa impedido. Por último, Bergoglio nunca fue ordenado diácono, por lo que su presbiterado y episcopado son inválidos, de forma que es un simple laico de quien San Francisco profetizó, "será un hombre injusto y violento que no tendrá el poder de bendecir" (dar click a la palabra bendecir).