El Gran Aviso de Dios Featured

En la película The Passion, de Mel Gibson, cuando Jesús va cargando su cruz camino al Calvario, se encuentra con María su madre, voltea a verla y le dice “hago nuevas todas las cosas”.  Ella está angustiada al ver a su hijo ensangrentado, torturado y humillado, mientras que él trata de consolarla haciéndole ver la razón de por qué aceptó todo ese sufrimiento. Él se hizo hombre por amor a nosotros con el objeto de restaurar nuestra humanidad caída herida por el pecado y por muchas fracturas espirituales y emocionales propias. En otras palabras, Jesús además de redimirnos y abrirnos las puertas del cielo, viene a sanarnos, restableciendo la integridad y la armonía original en nuestro interior.

En la actualidad, la humanidad se encuentra como nunca antes alejada de Dios. Lo hemos expulsado de nuestras leyes, de nuestra sociedad, de la política y, lo que es peor, de las mismas instituciones religiosas y de nuestra vida personal. Es como si Dios no nos hiciera falta, nos sentimos autosuficientes y lo menospreciamos dándole la espalda.

Sin embargo, su amor hacia nosotros es incondicional, eterno, compasivo y misericordioso, y tiene establecido salir al encuentro de sus hijos cuando pareciera que estamos a punto de irnos al precipicio por nuestras propias decisiones y mal uso de la libertad. Dios no se da por vencido y continuará su labor de salvación del hombre hasta establecer un nuestra alma y en el mundo entero la armonía e integridad en la cual creó al hombre. Ese esfuerzo culminará en la Parusía, el retorno glorioso de Cristo, cuando Él vendrá para instaurar en el mundo su reino universal de paz, justicia, santidad y amor verdaderos.

Con todo, diversos santos y místicos entre los que destacan Santa Faustina Kowalska, el Padre Stefano Gobbi, San Pío de Pietrelcina, han recibido de la Santísima Virgen y del mismo Jesús que, antes de que ese triunfo acontezca, Dios enviará a su Espíritu Santo para iluminar las conciencias, para que cada ser humano pueda ver su alma como Dios la ve, para poder sanar las heridas interiores y difundir la buena noticia de amor incondicional. Ese acontecimiento se conoce como el Gran Aviso de Dios, puesto que es un llamado patente y último para sanarnos y reforzarnos en el bien, aunque el Espíritu Santo está ya obrando esa renovación en millones de personas que se dejan conducir por Él. Señalan que, cuando la humanidad se encuentre en el peor momento de caos y confusión, así como de heridas internas personales que se manifiestan en el desasosiego y malestares de todo tipo, Dios volverá a salir a nuestro encuentro para “hacer nuevas todas las cosas”.

Ese Aviso es, por tanto, una bendición espiritual que proviene de la misericordia y del amor divinos. Al igual que en el Antiguo Testamento los judíos tocaban la trompeta (shofar) para avisar una gran fiesta o un acontecimiento próximo importante, el Aviso es la gran trompeta que anuncia el retorno glorioso de nuestro Señor Jesucristo para renovar el mundo. El Aviso, que será experimentado por toda persona, conllevará una efusión del Espíritu Santo, para que el hombre crezca en santidad, sane sus propias heridas y se fortalezca como testigo de Jesús ante el mundo.

El Aviso, según los místicos y santos que lo han pre experimentado y predicho, tendrá un elemento externo y otro interno. Externamente, será un fenómeno cósmico, fruto de la colisión de dos asteroides chocando dentro del sistema solar. El cielo se tornará rojo y se verá una gran cruz blanca y luminosa en el cielo, en la que se verán radiantes las heridas de los clavos de Jesucristo crucificado.

Internamente, será como un juicio particular: cada persona experimentará la iluminación de su conciencia por la cual se verá a sí misma como Dios la ve. Con esa iluminación podremos apreciar el estado de nuestra alma y las consecuencias de nuestros pecados. Eso nos hará sentir gran dolor y nos llevará a una profunda conversión a Dios.

Algunas revelaciones destacadas:
- A Santa Faustina Kowalska:
“Antes de que yo vuelva como justo juez volveré como rey de misericordia. Se le dará a ha gente una señal en los cielos: toda luz se extinguirá y habrá una gran oscuridad en toda la tierra. Entonces aparecerá la señal de la cruz en el cielo y de las aberturas donde estaban clavadas las manos y los pies del salvador irrumpirá una gran luz que iluminará la tierra por un tiempo”.
- Al Padre Stefano Gobbi:
“El Espíritu Santo abrirá las puertas de los corazones e iluminará todas las conciencias. Cada hombre se verá a sí mismo en el ardiente fuego de la divina verdad, será como un juicio en pequeño. Después Jesucristo implantará su reinado glorioso en el mundo”.
- A Verónica García:
“Después del Aviso derramaré mi Espíritu de un modo tan grandioso como el primer Pentecostés”.

El Aviso no es un castigo, es una oportunidad de renovación. Todos veremos nuestras heridas internas, así como el mal obrado en nuestra vida y las consecuencias de ello. Tendremos la oportunidad de una contrición verdadera y de una sanación. Probablemente muchos pedirán el bautismo y Dios estará feliz de poder reunir a sus hijos como el pastor rescata a sus ovejas extraviadas. La mayoría se convertirá al bien y a la santidad, aunque algunos se volverán más obstinados en el mal y en el pecado. Pero ya no habrá indefinición, medianías o indiferencia: después del Aviso se estará con Dios o contra Él con plena claridad, conciencia y libertad.

Dos acontecimientos de la Biblia se pueden comparar con los efectos del Aviso:
• Cuando San Pablo, camino a Damasco, fue derribado del caballo por el fulgor de Cristo resucitado, cambiando su vida de persecutor de los cristianos en discípulo incondicional de nuestro Señor;
• Y Pentecostés, cuando el Espíritu Santo bajó sobre los once apóstoles, transformándolos de hombres temerosos en ardientes promotores de la fe en Cristo hasta los confines del mundo.

El Aviso podría darse en estos tiempos, muy pronto. No sabemos ni el día ni la hora, pero interpretando las profecías y los signos de los tiempos hay ya muchas condiciones necesarias para que se dé al Mundo.

En resumen, el Aviso es:
1) una iluminación de la propia conciencia;
2) una efusión mundial del Espíritu Santo;
3) el inicio de una Nueva Evangelización.

¿A qué nos invita Dios antes, durante y después del Aviso?
Antes del aviso:
• Pedir al Espíritu Santo que ilumine la raíz de nuestras heridas y dolencias interiores y nos sane con su gracia y amor poderoso.
• Hacer un examen de conciencia de nuestra vida y, de ser posible, una confesión general.
• Incrementar la oración con sentido de enmienda, reparación y confianza en la misericordia de Dios.
• Rezar el Rosario diariamente y tratar de recibir la comunión también todos los días.
• Anunciar a los más posibles el evento del Aviso como lo que realmente es, un hecho de origen sobrenatural.

Durante el Aviso:
• No tener miedo, confiar en la misericordia y en el amor de Dios que sólo busca nuestro bien.
• Pedirle su Espíritu para renovarnos, sanarnos y volver a Él de todo corazón.

Después del Aviso:
• Aprovechar la oportunidad que se nos da para sopesar las cosas a la luz de la vida eterna dejando toda preocupación material en manos de Dios
• Dedicándonos a difundir el inminente retorno de Cristo para instaurar su reinado de paz, amor y santidad en el mundo.
• Bautizar a quienes lo pidan recordando que cualquier cristiano tiene la posibilidad de bautizar en el nombre del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo después de un arrepentimiento sincero de los pecados y con la fe de que el agua recibida sobre la cabeza significa la purificación del pecado original y los pecados propios, con el propósito de no volverlos a cometer y de llevar una vida nueva en comunión y amistad con Dios.

El Gran Aviso de Dios traerá un nuevo Pentecostés a toda la Iglesia, una efusión del amor de Dios que desatará un proceso excepcional y avivado de restauración, basado en los dones carismáticos del Espíritu Santo, llevando a lo que San Juan Pablo II auspició en 1983: una “Nueva Evangelización, nueva en su ardor, nueva en sus métodos, nueva en sus expresiones”.

El Catecismo de la Iglesia Católica nos dice que la Iglesia, al igual que su Señor, deberá pasar por su muerte para así poder llegar a su resurrección (CIC 677). Y si el cardenal Robert Sarah declaró, ya en abril de 2019, que la Iglesia estaba pasando por la oscuridad del Viernes Santo, y a lo largo del 2020 hemos constatado la oscuridad, hundimiento y sepultura del Sábado Santo, es de prever que el Aviso será el comienzo de la Resurrección de la Iglesia, dando inicio a esa nueva primavera profetizada por Juan Pablo II y Benedicto XVI.

El Espíritu Santo actuará de dos maneras: 1) iluminándonos para descubrir las heridas y traumas derivados de los pecados personales, 2) inundándonos de su amor sanador. Jesucristo es, siguiendo el Catecismo de la Iglesia Católica, el médico que necesitamos, quien tiene el poder para sanarnos en el cuerpo, en el alma, en la psicología y en las heridas más profundas que en ese momento descubriremos (CIC 1503). Solo el amor sana, y esa renovación nos conducirá a la plenitud.

El único camino es la oración. Solo con esa apertura experimentaremos la caricia sanadora y liberadora de Dios. Es importante permanecer en oración durante el Aviso y en los días posteriores a él pidiendo que, una vez renovados por la gracia, seamos sellados por Dios, de forma que podamos evitar la influencia de malos espíritus que tratarán de robarnos los frutos sanadores del Aviso.

Después del Aviso, algunos tratarán de engañar al mundo explicando una causa “científica” y astronómica natural, o que fue una “ilusión colectiva”, tratando de ocultar el hecho de que en realidad es un acontecimiento de origen divino. No se les debe creer. Confía en tu propia experiencia y no dejes que te roben ese regalo de Dios.

Y ayuda a todos los que conozcas, parientes, amigos, vecinos. Urge difundir la noticia de que el Aviso es realmente un acto sobrenatural que procede de Dios.

Con el Aviso, Dios nos preparará para dar testimonio de Él con valentía, como hizo con los primeros apóstoles, los cuales hicieron que la buena noticia del Evangelio llegara hasta los confines de la tierra. Él hace nuevas todas las cosas.

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Last modified on Lunes, 21 Septiembre 2020 12:09
José Alberto Villasana Munguía

José Alberto Villasana Munguía es escritor y analista de escenarios políticos, económicos y religiosos internacionales.

Estudió Teología (Universidad Gregoriana de Roma), Filosofía (Universidad Angelicum de Roma), Humanidades Clásicas (Centro de Estudios Superiores de Salamanca, España) y Comunicación Internacional (ITAM, México) especializándose en Escatología desde 1995.

Es Consejero Académico del Instituto Internacional de Derechos Humanos.

Es miembro directivo del Club de Periodistas de México.

Es Presidente de la asociación civil Vida para Nacer.

Ha recibido en tres ocasiones el Premio Nacional de Periodismo en categorías de Investigación de Fondo.

En 2007 fue investido Caballero de la Orden de Malta en el grado de Caballero de Gracia Magistral.

Está certificado como Intercesor católico en los carismas del Espíritu Santo por la Encounter School of Ministry.