En 2018 concluyeron los 100 años del milagro del sol en Fátima, Portugal, el cual fue visto por cerca de 70,000 personas y reportado por varios periódicos europeos, incluso la prensa masónica anticristiana portuguesa. La inmensa mayoría de los testigos eran incrédulos acerca de las apariciones de la Santísima Virgen María a tres niños pastorcitos, las cuales sucedían el día 13 de cada mes, a medio día, desde mayo de 1917, y acudieron ese 13 de octubre para verificar si era cierta la pre-advertencia de que la Virgen María haría un milagro público para que todos creyeran.
Apariciones de la Santísima Virgen María (1917)
Pasaron casi ocho meses desde la última aparición del ángel. Lucía, Francisco y Jacinta continuaban haciendo lo que el ángel les había enseñado, orando y ofreciendo sacrificios a Dios. Lucía tenía ahora diez años, Francisco nueve y Jacinta siete, cuando el 13 de mayo de 1917 decidieron llevar sus ovejas a unas colinas que pertenecían al padre de Lucía conocidas como Cova da Iria, o Ensenada de Irene. Fue allí, solo con una excepción, donde la Santísima Virgen bajo el nombre de "Nuestra Señora del Rosario" se les apareció en seis ocasiones en 1917, y una novena vez en 1920 sólo a Lucía.
En esos momentos, la Primera Guerra Mundial hacía estragos en Europa. En Moscú, Lenin preparaba la revolución que trastocó el orden social ruso en noviembre de 1917, y en la que se sumergió posteriormente a casi la mitad de los habitantes del mundo al terror del comunismo.
Primera aparición: 13 de mayo de 1917
Llevando a su rebaño fuera de Aljustrel la mañana del 13 de mayo, fiesta de Nuestra Señora del Santísimo Sacramento, los tres niños pasaron Fátima, donde se encontraban la parroquia y el cementerio, y prosiguieron más o menos un kilómetro hacia el norte, a las pendientes de Cova. Mientras sus ovejas pastorearan ellos jugaban en la pradera, donde había algunos árboles de roble. Después de haber tomado su almuerzo, alrededor del mediodía, decidieron rezar el rosario, aunque de una manera rápida, diciendo sólo las primeras palabras y las últimas de cada oración. Al instante, ellos fueron sobresaltados por un gran rayo en medio del cielo. Pensando que una tormenta se acercaba se debatían si debían tomar las ovejas e irse a casa. Preparándose para hacerlo, fueron nuevamente sorprendidos por la gran luz.
Comenzaron a ir cuesta abajo llevando a las ovejas hacia el camino cuando, cerca de un árbol de roble vieron otro rayo, y después de dar unos cuantos pasos vieron, cerca de otro árbol más pequeño, como a metro y medio, a una señora vestida de blanco irradiando unos rayos de luz intensa como de sol. Se detuvieron asombrados por la aparición. Estaban tan cerca que quedaron dentro de la luz que los rodeaba.
"No teman, no voy a hacerles daño". "¿De dónde eres", preguntó Lucía a la señora. "Yo vengo del cielo", contestó. La señora vestía un manto blanco con un borde de oro que caía hasta sus pies. En sus manos llevaba un rosario cuyas cuentas parecían estrellas, con un crucifijo que era la gema más radiante de todas. "¿Qué quieres de mi?", preguntó Lucía. "Quiero que regreses aquí los días trece de cada mes durante los próximos seis meses a la misma hora. Luego te diré quien soy, y qué es lo que más deseo. Y volveré aquí una séptima vez". "¿Y yo iré al cielo?, preguntó Lucía. "Sí, tu irás al cielo". "¿Y Jacinta?". "Ella también irá". "¿Y Francisco?". Él también, pero primero debe rezar muchos rosarios".
Lucía después se acordó de algunos amigos que habían fallecido. "¿Y María Nieves está en el cielo?". "Si, ella está en el cielo". "¿Y Amelia?". "Ella está en el purgatorio. Ustedes se ofrecerán a Dios y aceptarán todos los sufrimientos que Él les mande, en reparación por todos los pecados que le ofenden y por la conversión de los pecadores". "Así lo haremos", respondió Lucía. "Tendrán que sufrir mucho, pero la gracia de Dios estará con ustedes y los fortalecerá".
Mientras la señora pronunciaba esas palabras, abrió sus manos y los niños fueron bañados por una luz celestial que parecía venir directamente de sus manos. Luego cayeron de rodillas repitiendo la oración: "Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, te adoramos...".
Los niños permanecían de rodillas en el torrente de esa luz, hasta que la señora habló de nuevo mencionando la guerra en Europa, de la que los niños tenían poca noción. "Recen el rosario todos los días, para traer la paz al mundo y el final de la guerra".
Después de esto, la señora comenzó a elevarse lentamente hacia el este, hasta que desapareció en la distancia. La luz que la rodeaba parecía adentrarse entre los cielos.
La Virgen les pidió mantener la visión en secreto, sabiendo las dificultades que experimentarían si los eventos se supiesen. Sin embargo Jacinta no pudo contenerse y reveló todo a su madre, quien la escuchó pacientemente pero le dio poca credibilidad a los hechos. Sus hermanos y hermanas se burlaban. Solo su padre, "Tio Marto", estuvo inclinado a aceptar la historia como verdad. El creía en la honestidad de sus hijos y tenía una simple apreciación de las obras de Dios, de manera que él se convirtió en el primer creyente de las apariciones de Fátima.
La madre de Lucía, por otro lado, cuando finalmente escuchó lo que había ocurrido, creyó que su propia hija no solo era la promotora de un fraude, sino también de una blasfemia. Lucía comprendió rápidamente lo que la señora quería decir cuando dijo que ellos sufrirían mucho. Mamá María Rosa no pudo hacer que Lucía se retractara, aún bajo amenazas, y finalmente la llevó a la fuerza donde el párroco, el padre Ferreira, sin tener éxito tampoco. Por otro lado, el padre de Lucía, quien no era muy religioso, estaba prácticamente indiferente, atribuyendo todo a invenciones de mujeres. Las próximas semanas, mientras los niños esperaban la próxima visita de la señora, en junio, tenían pocos aldeanos a favor y muchos en contra.
Segunda aparición: 13 de junio de 1917
En Portugal, el trece de junio es una gran fiesta, la de San Antonio de Lisboa, conocido comúnmente como San Antonio de Padua. Fue un sacerdote franciscano portugués. Los padres de Lucía pensaron que las festividades de la parroquia de Fátima distraerían a Lucía de su cita en Cova. Sin embrago, no afectada por esta situación, Lucía y los Marto se fueron al sitio de la aparición para cumplir con su cita al mediodía. Cuando ellos llegaron vieron que había una pequeña multitud esperándolos.
Después de haber recitado el rosario con Jacinta y Francisco junto con las personas que estaban presentes, vieron otra vez el reflejo de luz que se acercaba, y después, a la señora en el mismo roble, como en mayo.
"Por favor dígame, señora, ¿qué es lo que quiere de mi?" preguntó Lucía. "Quiero que vengan aquí el día trece del mes que viene. Quiero que continúen diciendo el rosario todos los días. Después de cada misterio, hijos míos, quiero que recen de esta manera: Oh mi buen Jesús, perdona nuestros pecados, líbranos del fuego del infierno. Lleva a todas las almas al cielo, especialmente a las más necesitadas de tu divina misericordia. Quiero que aprendan a leer y a escribir, y luego les diré qué más quiero de ustedes". "¿Nos llevará al cielo?". "Sí, me llevaré a Jacinta y a Francisco muy pronto, pero tú te quedarás un poco más, ya que Jesús desea que tú me hagas conocer y amar en la tierra. Él también desea que tú establezcas en el mundo entero la devoción a mi Inmaculado Corazón". "¿Debo permanecer en el mundo sola?". "No sola, hija mía, y no debes estar triste. Yo estaré contigo siempre, y mi Inmaculado Corazón será tu consuelo y el camino que te llevará hacia Dios".
En el momento en el que ella dijo las últimas palabras, abriendo sus manos transmitió por segunda vez el reflejo de esa luz intensa. En la palma de la mano derecha de la señora estaba un corazón rodeado de espinas que parecían clavársele. Entendieron los niños que era el Inmaculado Corazón de María ofrecido por los pecados de la humanidad y deseando reparación. La aparición terminó como en la primera ocasión, con la señora elevándose hacia el Este y desapareciendo en el cielo.
Algunos de los presentes vieron los rayos, otros percibieron un cierto oscurecimiento del sol, y otros una pequeña nube gris que iba y venía mientras ocurría la aparición. Sin embrago, las dificultades con sus familia no cesaron, especialmente con sus madres, quienes estaban verdaderamente alarmadas ya que los rumores continuaban y se expandían. A esto se le añadió la ardua cautela del párroco, quien comenzó a sospechar que todo fuera real, pero obra del demonio.
Tercera aparición: 13 de Julio de 1917
Mientras se acercaba la fecha de julio, Lucía continuaba turbada por las palabras del párroco, quien le advertía que el diablo podría estar detrás de las apariciones. Finalmente, ella le confió a Jacinta que su intención era de no acudir. Pero cuando el día finalmente llegó, sus miedos y ansiedades desaparecieron, de manera que a las doce estaba en Cova con Jacinta y Francisco, esperando la llegada de la señora.
La aparición del 13 de julio fue la más controversial, proveyendo la señora un secreto en cuatro partes que los niños guardaron celosamente a petición de la Virgen. Las revelaciones debían de ser un secreto entre ellos.
Unos minutos después de haber llegado a Cova da Iria, cerca de una encina donde un gran número de personas estaban rezando el rosario, los tres niños vieron otra vez un rayo de luz y, un momento después, a la señora.
Jacinta le dijo a Lucía: "habla, la señora te está hablando". "¿Si?", dijo Lucía, pidiendo perdón por sus dudas con sus gestos, y le dijo a la señora "¿qué quieres de mí?. "Quiero que vengan aquí el día trece del mes que viene. Continúen rezando el rosario todos los días en honor a Nuestra Señora del Rosario, para obtener la paz del mundo y el final de la guerra, porque sólo el rosario puede obtenerlo". "Sí, sí. Yo quisiera preguntarle quién eres, y si puedes hacer un milagro para que todo el mundo sepa que te nos apareces".
"Deben venir aquí todos los meses, y en octubre yo te diré quien soy y lo que quiero. Entonces haré un milagro para que todos crean". Lucia comenzó a poner ante la señora las peticiones que las personas le habían confiado. La señora dijo muy gentilmente que ella curaría a algunos, pero que a otros no. "¿Y el hijo paralítico de Maria da Capelinha?". "No, no será curado ni de su enfermedad ni de su pobreza, y debe de asegurarse de rezar el rosario junto a su familia todos los días". Otro caso encomendado por Lucía a la señora fue el de una mujer enferma de Atougia quien pidió que se la llevaran al cielo. "Dile que no tenga prisa. Dile que yo sé muy bien por qué, y cuándo vendré a buscarla. Hagan sacrificios por los pecadores y sigan diciendo, especialmente cuando hagan un sacrificio: "Jesús, esto es por amor a ti, por la conversión de los pecadores, y en reparación por las ofensas cometidas contra el Inmaculado Corazón de María".
Primera parte del secreto
Mientras la señora decía estas palabras abrió sus manos, como lo había hecho en los dos meses anteriores, pero esta vez los rayos de luz penetraron la tierra y los niños vieron cómo se abría un mar de fuego. Dentro de ese fuego había demonios y almas humanas, como tizones transparentes en llamas, todos negros o color bronce quemado y flotando en el fuego; a veces se elevaban en el aire por las llamas que salían junto a grandes nubes de humo, y caían por todos lados como chispas entre enormes fuegos y gemidos de dolor y desesperación. Los niños temblaron de miedo. Lucía gritó. Los demonios parecían repugnantes animales desconocidos, negros y transparentes como carbones en llamas. Horrorizados, los niños miraron hacia la señora quien les dijo tristemente: "Lo que han visto es el infierno, a donde van las almas de los pobres pecadores. Para salvarlos, Dios quiere establecer en el mundo la devoción a mi Inmaculado Corazón. Si ustedes hacen lo que yo les digo, muchas almas se salvarán, y habrá paz en el mundo".
Segunda parte del secreto
La Virgen continuó: "Esta guerra terminará, pero si los hombres no dejan de ofender a Dios, otra guerra más terrible comenzará durante el pontificado de Pío XI. (Este dato es muy elocuente, ya que en 1917 reinaba la Iglesia el Papa Benedicto XV, a quien le tocó la Primera Guerra Mundial, y no había manera de que los niños supieran que el siguiente Papa sería Pío XI.) Cuando vean una noche que será iluminada por una gran luz extraña y desconocida sabrán que ésa es la señal que Dios les dará y que indicará que está apunto de castigar al mundo con la guerra y el hambre, y con la persecución contra la Iglesia y el Papa. (Esto ocurrió la noche del 28 de enero de 1938, y se vio en toda Europa. Los científicos lo explicaron como una inusual aurora boreal.) Para prevenir esto, vendré a pedir la consagración de Rusia a mi Inmaculado Corazón. Si mis deseos se cumplen, Rusia se convertirá y habrá paz, si no, Rusia difundirá sus errores alrededor del mundo, trayendo nuevas guerras y persecuciones contra la Iglesia; los justos serán martirizados y el Papa tendrá que sufrir mucho, varias naciones serán aniquiladas. Pero al final mi Inmaculado Corazón triunfará. El Papa consagrará a Rusia a mi Inmaculado Corazón y ésta se convertirá. Entonces, el mundo disfrutará de un período de paz".
Tercera parte del secreto
Después de lo que la Virgen les dijo acerca de la Segunda Guerra Mundial, los niños vieron a lo alto un ángel que llevaba una espada de fuego en la mano izquierda. Centelleando, la espada emitía llamas que parecía iban a incendiar el mundo, pero se apagaban al contacto con el esplendor que la señora irradiaba con su mano derecha dirigida hacia él. El ángel, señalando la tierra con su mano derecha, dijo con fuerte voz: "¡Penitencia, penitencia, penitencia!". Y los niños vieron, dentro de una inmensa luz, una escena como dentro de un espejo: un obispo vestido de blanco, de quien tuvieron el presentimiento fuera el Papa, huyendo de una ciudad en ruinas, medio tembloroso y con paso vacilante, sobre los cadáveres de muchos sacerdotes y laicos. Apesadumbrado, iba rezando por todos los muertos que encontraba en su camino. Después de esto, vieron al Papa subir una montaña en cuya cumbre había una gran cruz de maderos toscos como de alcornoque. Llegado a la cima del monte, postrado de rodillas a los pies de la cruz, el Papa fue muerto por un grupo de soldados que le dispararon varios tiros de arma de fuego y flechas; del mismo modo murieron otros obispos, sacerdotes, religiosos, religiosas y seglares. Bajo los dos brazos de la cruz había dos ángeles, y cada uno de ellos, con una jarra de cristal en la mano, recogían la sangre de los mártires y regaban con ella el mundo y las almas que se acercaban a Dios.
Cuarta parte del secreto
Después de la visión del Papa que huía de una ciudad en ruinas y fue asesinado en una colina, la Virgen les mostró la visión de un individuo que parecía ser un "Papa", un obispo vestido de blanco frente a una multitud que lo vitoreaba. Este personaje no era el verdadero Papa, pues tenía la mirada de un demonio. Después de unos momentos vieron a ese falso "Papa" entrar a una iglesia horrible que llevaba a muchos al infierno. Parecía como una fortaleza hecha de cemento gris con ángulos quebrados y ventanas similares a ojos, y tenía un pico en el tejado del edificio. Enseguida, levantaron la vista hacia la señora quien les dijo: "Acaban de ver la apostasía, la pérdida de la fe en la Iglesia. En el reinado de Juan Pablo II la piedra angular de la tumba de Pedro debe ser removida y llevada a Fátima. Porque el dogma de la fe no se conservará en Roma, su autoridad será removida y entregada a Fátima; en Portugal sí se conservará la fe. La catedral de Roma debe ser destruida y otra nueva construida en Fátima".
Cuarta aparición: 19 de agosto de 1917
En un intento por conocer "la verdad", el alcalde del distrito en el que está ubicado Fátima, Arturo Santos, un apóstata masón de alto rango, había planeado una trampa que dejaría a los niños bajo su custodia para forzarlos a revelar todo.
Simulando un acto de buena fe, se ofreció para llevar a los tres niños a ver al párroco, quien él decía que quería verles. Después los llevaría él mismo en su propio auto para que los niños pudieran trasladarse al lugar de las apariciones de forma segura en medio de la multitud que los rodeaba. Pasó por ellos la mañana del 13 de agosto.
En la casa parroquial él abandonó esa artimaña y secuestró a los niños, llevándoselos hasta la sede del distrito en Vila Nova de Ourem, a unos 9 kilómetros de distancia. Allí intentó comprarlos, los amenazó de muerte y los encerró en una celda con otros presos para hacerlos retractar de su historia. Viendo que nada lograba en su intento de corromperlos, recurrió a su última estratagema. Lleno de ira ordenó a uno de los guardianes: "llévalos al cuarto de al lado y prepara la caldera con aceite hirviendo". Después, procedió a llevarse uno por uno a otra habitación, mintiendo a los niños que quedaban de que ya había procedido a matar al que se había llevado antes, presionando para que el sobreviviente admitiera que todo lo de las apariciones era un fraude.
Mientras tanto en Cova, al mediodía del día 13 de agosto, los signos externos característicos de la aparición se hicieron visibles para la multitud que acudió, la más nutrida hasta ese momento. Después que estos signos terminaron los niños no llegaron y la multitud se dispersó sin saber nada de las trampas tendidas por el gobierno local contra ellos.
El "juicio" contra los niños duró tres días, preocupando mucho a sus familias. Finalmente, en la fiesta de la Asunción de María a los Cielos, el 15 de agosto, el alcalde, viendo que nada había logrado, los regresó a Fátima y los dejó a la entrada de la rectoría de la parroquia. Allí fueron vistos por la gente que salía de Misa, alegrándose enormemente.
En cuanto a los planes de la señora del cielo, éstos fueron simplemente retrasados seis días. El domingo 19 Lucía, su hermano Juan y Francisco estaban pastoreando sus ovejas en un lugar llamado Valinhos, ubicado al lado de la misma colina opuesta a Aljustrel, donde se les apareció el ángel dos veces el año anterior, un poco más al norte. Alrededor de las cuatro de la tarde, presintiendo que la señora estaba apunto de aparecerse, Lucía trató sin éxito de convencer a Juan que fuera a buscar a Jacinta, hasta que le ofreció unos cuantos centavos por ir a buscarla. Mientras ella y Francisco esperaban, vieron la luz típica que descendía. En el momento en que Jacinta llegó, se apareció la señora.
"¿Que quieres de mí?" preguntó Lucía. "Que vengan otra vez a Cova da Iria el trece del mes que viene, y que continúen rezando el rosario todos los días. El 13 de octubre yo haré un milagro para que todos crean". "¿Qué debemos hacer con las ofrendas que deja la gente en Cova da Iria?". "Quiero que hagan dos andas (para cargar estatuas) para la fiesta de Nuestra Señora del Rosario. Quiero que tú y Jacinta lleven una de ellas con otras dos niñas. Ustedes dos se vestirán de blanco. Y luego quiero que Francisco, con tres niños ayudándolo, cargue la otra. Los niños también han de vestir de blanco. Lo que quede de las ofrendas ayudará para la construcción de la capilla que ha de ser construida aquí".
Quinta aparición: 13 de septiembre de 1917
A pesar del ridículo y las burlas causadas por la prensa secular y atea de lugar, más de treinta mil personas se reunieron en Cova para la aparición del 13 de septiembre. Ahora, mientras se rezaba el rosario, la multitud pudo ver a los niños ponerse de pie mirando hacia el Este y ver cómo la admiración se apoderaba de sus rostros. Ellos habían caído de rodillas y personas cerca de Lucía la escucharon decir: "¿Qué quieres de mí?". "Continúen rezando el rosario, hijitos míos, háganlo todos los días para que termine la guerra. En octubre vendrá nuestro Señor, así como nuestra Señora del Perpetuo Socorro y nuestra Señora del Monte Carmelo. San José se aparecerá con el niño Jesús para bendecir al mundo. A Dios le agradan sus sacrificios, pero no quiere que se pongan las cuerdas de noche para ir a dormir. Sólo pónganselas durante el día".
Sexta aparición: 13 de octubre de 1917
Durante la noche del 12 al 13 de octubre había llovido toda la noche, empapando el suelo y a los miles de peregrinos que viajaban a Fátima de todas partes de Portugal. A pie, por carro y en carretas venían, entrando a la zona de Cova por el camino de Fátima–Leiria, que pasa frente a la plaza de la Basílica. De allí bajaban hacia el lugar de las apariciones.
Los niños lograron llegar a Cova entre las adulaciones de los que creyeron y el escepticismo de los incrédulos que los había ridiculizado desde mayo. Cuando llegaron, constataron la puntualidad de la señora, quien había prometido llegar al medio día. Eran las doce de la hora local. Cuando el sol había llegado a su apogeo, la señora se apareció.
"¿Qué quieres de mí?", le preguntó Lucía. "Quiero que se construya una capilla aquí en mi honor. Quiero que continúen rezando el rosario todos los días. La guerra pronto terminará, y los soldados regresarán a sus hogares". "Sí, sí.. pero, ¿me dirás tu nombre?". "Yo soy la Señora del Rosario". "Tengo peticiones de muchas personas ¿se las concederás?". "Algunas serán concedidas, otras las debo negar. Las personas deben rehacer sus vidas y pedir perdón por sus pecados. No deben de ofender más a nuestro Señor, ya es ofendido demasiado". "¿Y eso es todo lo que tienen que pedir?". "No hay nada más".
Mientras la Señora del Rosario se elevaba hacia el Este, tornó las palmas de sus manos hacia el cielo oscuro. Aunque la lluvia había cedido, nubes oscuras continuaban oscureciendo el sol, que de repente se dejó ver como un disco de plata brillante.
"¡Miren el sol!", gritó Lucía. En ese momento, dos distintas apariciones fueron vistas: el fenómeno del sol, presenciado por cerca de setenta mil espectadores, y la que fue vista solo por los tres niños: San José y el Niño Jesús que parecían estar bendiciendo el mundo, ya que hacían la señal de la cruz con sus manos. Un poco después, cuando esta aparición terminó, vieron a nuestro Señor y a nuestra Señora como la Dolorosa. Jesús parecía bendecir al mundo, al igual que lo había hecho San José. Esta aparición también desapareció y Lucía vio a nuestra Señora una vez más, parecida a la conocida imagen de nuestra Señora del Carmen.
Mientras los niños veían las diversas apariciones de Jesús, María y San José, la multitud presenció un prodigio diferente, conocido como el famoso "milagro del sol". El sol salió de su órbita y comenzó a "danzar" en el cielo. Posteriormente se acercó hasta la tierra y con su calor secó la humedad de la lluvia que había empapado a las personas y todo el suelo de la región.
Esta fue la última aparición para Jacinta y Francisco. Sin embargo, a Lucía, nuestra Señora se la apareció una séptima vez en 1920, como lo había prometido la Virgen.